La honradez, en duda
Una vez más el mundo empresarial nos conmociona con una de esas noticias nunca deseadas a través de la cual se constata, en este caso en sentido negativo, la influencia que la gestión directiva tiene en el devenir de cualquier proyecto empresarial. Cuando las cosas marchan en la dirección deseada y las empresas gozan de buena salud se reconoce el buen desempeño directivo, pero se resalta igualmente la aportación positiva del resto de los componentes de la empresa; cuando la gestión se tuerce, sean cuales fuesen las causas, casi todo el mundo coincide en señalar a la alta dirección como la responsable única de los resultados obtenidos. Si alguien alberga alguna duda sobre la justicia de compartir los éxitos y monopolizar los fracasos, se disipará cuando, como en el caso de Parmalat, la situación de bancarrota a la que sus máximos dirigentes la han conducido va acompañada de la imputación de delitos como fraude, estafa o falsificación de documentos.
No se trata, por tanto, de un error en la gestión, de la elección de opciones estratégicas equivocadas, de diversificación sectorial errónea, todo ello posible por falta de capacitación, sino de una acción consciente, a sabiendas de que se actúa con ánimo de engañar, prolongando artificialmente una situación de la que se obtienen beneficios personales a costa de dañar los intereses de otros acreedores legítimos. El daño que producen estas actuaciones trasciende mucho más allá de los directamente afectados, creando una opinión generalizada que pone en duda la gestión de las empresas, la honradez de los directivos, por mucho que estadísticamente el número de actuaciones deshonestas, al menos de esta entidad, sean poco relevantes. Si del directivo se valora socialmente el estatus, las relaciones, sus condiciones retributivas, el boato del que muchos se rodean, se sabe poco de las exigencias. La tensión, la dedicación, los hechos que comentamos, arrojan una sombra de duda adicional en el pensamiento de muchos ciudadanos.
Además lo que ocurre en Parmalat tiene necesariamente que implicar a los más altos directivos, encabezados por su presidente, porque una ocultación de tal calibre no puede realizarse sin una confabulación que implique a un buen número de dirigentes. Ha tenido que haber reuniones, debates, aportación de ideas, para prolongar durante tanto tiempo, se habla de más de doce años, una situación falsa que no debe levantar sospechas ni en proveedores ni en clientes ni en accionistas ni en auditores ni en la Administración. Parecería imposible de no haberse producido. Aunque no se trate de buscar adjetivos que permitan liberar la frustración de tantos como amamos y valoramos la función directiva, creo que los directivos implicados actuaron como una banda organizada para delinquir. Me pregunto cuál pudo ser la razón desencadenante de tamaño atropello, porque tuvo que haber un principio, un comienzo que, de haberse gestionado de otro modo habría impedido llegar a la situación actual. Quizá fue la ocultación de un fracaso de no mucha envergadura, como la obtención de unos resultados que de haberse hecho públicos habrían deteriorado la imagen de la empresa y la de sus directivos.
Seguramente nunca llegará a saberse cómo comenzó todo, pero sea como fuere hay que admitir que a la falta de honradez, al deseo de continuar lucrándose de una situación que les era personalmente beneficiosa, a la hipocresía de su actuación, a la falta de la más mínima preocupación por las pérdidas de tantos afectados, se une una pasión indescriptible y miope por la huida hacia adelante como estrategia enloquecida. ¿Tanto ofusca el miedo a afrontar la realidad que impide el discernimiento necesario para comprender que la situación acabará saliendo a la luz? Resulta imposible comprender el razonamiento de quienes viven en una situación delictiva que tarde o temprano terminará por descubrirse, pero sólo si se elimina de raíz, la voz de la conciencia debe resultar soportable. Se cuenta que el antiguo presidente de Parmalat dijo en una ocasión que 'los valores morales y cristianos son importantes, no el dinero'. Qué poco ha inspirado su actuación esta declaración de principios y qué ocasión tuvo de haberse callado.
Para intentar paliar el desaguisado cometido por unos directivos que abusaron del poder que se les había otorgado para dirigir la empresa, utilizándolo en beneficio propio y en perjuicio de la empresa cuya dirección se les había encomendado, se quieren buscar nuevos subterfugios para inyectar los recursos financieros necesarios para continuar la actividad. Para ello se pretende declarar al sector lácteo en situación de emergencia, pero todos saben que, independientemente de los problemas que atraviesa el sector, Parmalat no se hunde más que por la indecencia de sus dirigentes. Malo sería que para resolver una situación derivada de la acumulación de mentiras pretendiera añadirse una más, aunque en este caso se pretenda una mentira salvadora.
Ex presidente de Mondragón Corporación Cooperativa
Se cuenta que el antiguo presidente de Parmalat dijo que 'los valores morales son importantes, no el dinero'