Talentos del empresario
Cuáles son los talentos precisos para ser un buen empresario? Reflexionemos sobre ello utilizando una ecuación de cuatro variables para definir la empresa. Para que una persona tenga talento para empresario deberá poseer capacidades que cubran holgadamente algunas de esas variables. En el caso de empresario de primera generación estos talentos suelen ser innatos, mientras que en los de segunda, o en los de los ejecutivos que le ayuden, pueden ser adquiridos. Vayamos con la definición: una empresa es una organización de personas que produce bienes o servicios para satisfacer una demanda de la sociedad a cambio de un beneficio. Hoy en día no es preciso que el empresario deba dominar todas y cada una de esas variables, pues puede externalizar o comprar servicios externos. Pero tiene que estar especialmente dotado, al menos, para una de esas cuatro variables.
Hablemos del empresario de primera generación, aquel que es capaz de crear una empresa desde la nada, en muchos casos sin tener siquiera estudios adecuados. ¿Cuáles son sus talentos? Además de ser una persona trabajadora y poseer cierta osadía que le permita superar el miedo al riesgo, el empresario de primera generación posee otros talentos que le adornan.
Primero, y cada día más importante, suele tener una elevada capacidad de liderazgo, que le permite motivar a las personas que trabajan con él. Un empresario que triunfa suele ser un razonable organizador de personas. Estaríamos ante un talento social, cada día más demandado en nuestra moderna sociedad de servicios. Y si difícil es tener motivado a un equipo humano, mucho más lo es en las condiciones iniciales de una empresa, donde nada se puede asegurar, y donde el riesgo y la improvisación suponen el pan de cada día. La única mercancía que el empresario puede vender es ilusión.
En España nos siguen haciendo falta muchos y buenos empresarios
Pero cuando un auténtico líder es capaz de ilusionarnos por un proyecto somos capaces de sacrificar muchas cosas por seguirlo. Prácticamente todos los grandes empresarios de primera generación han tenido muy desarrollado su talento de liderazgo, aunque bien es cierto que bajo fórmulas bien distintas.
El segundo talento característico del empresario que logra desarrollar una empresa es cierto olfato para anticipar las demandas de las sociedad. Es muy difícil que prosperen nuevas empresas en sectores maduros o saturados. Todos conocemos ejemplos de personas que tienen extraordinaria capacidad para intuir o deducir las tendencias del mercado. Ese talento encierra un alto valor añadido para el que sea capaz de crear una empresa que satisfaga esa demanda naciente. Muchas de las grandes compañías que hoy conocemos nacieron de una adecuada respuesta a una nueva demanda social. Pero esa intuición debe responder a un tempus; peor es llegar demasiado pronto que hacerlo algo tarde: son sonoros los fracasos de quienes, a pesar de haber acertado con las tendencias del mercado, se adelantaron demasiado y no pudieron aguantar hasta que realmente se hicieron efectivas. Pues bien, un empresario de primera generación suele tener este talento de la intuición de nuevas demandas, aunque, a veces, ese análisis de mercado pueda ser comprado en el mercado o sugerido por un tercero. Dentro de esta variable de satisfacer las demandas sociales también incluiríamos las capacidades de venta, comerciales y marketing.
La tercera variable es la capacidad de producir bienes o servicios de una adecuada calidad al menor coste posible. Muchas empresas nacieron y se hicieron grandes por una innovación en los sistemas de fabricación o en los procedimientos. En ocasiones esta capacidad adorna al empresario, pero en otras muchas procede de terceras personas que aportan su conocimiento a la empresa. Doble mérito para un empresario que comienza: saber atraerse a las personas que le aportan competitividad en los procesos de producción.
Y como última y obvia variable, la empresa debe producir un beneficio. Es decir, que las ventas deben superar a los costos. O bien, que la actividad debe generar un valor añadido. El empresario debe saber generar esa plusvalía, gobernando con acierto su compañía. Todos conocemos grandes empresarios que no saben contabilidad, algunos ni siquiera interpretar adecuadamente un balance, pero que sin embargo tienen una gran capacidad de generar beneficios con su trabajo.
¿Tiene usted talento para la empresa? Pues anímese, en España nos siguen haciendo falta muchos y buenos empresarios.