Para construir Europa
Para construir Europa hay que hacer propuestas que contribuyan a superar las diferencias, que sean integradoras y que hagan de la zona un referente de crecimiento económico sostenible en un marco democrático. Las actitudes unilaterales de algunos países minan la credibilidad del proyecto. Las últimas decisiones pueden tener consecuencias graves si no se corrigen pronto. Si los políticos no creen en el proyecto europeo, no será fácil convencer a empresarios y a inversores.
Europa está formada por países muy diferentes en historia y en cultura. Un grupo de ellos decidió tras la segunda guerra mundial avanzar en una unión que hiciera de Europa un área de paz y de prosperidad. Los primeros pasos estuvieron en las áreas económica y monetaria, aunque los objetivos se han ido ampliando hasta abrazar propuestas de políticas de seguridad y de defensa comunes. También el grupo integrante en la Unión se ha ido ampliando, dando cabida a países más diferentes que los fundadores. En la actualidad se debe dar respuesta a las peticiones de integración de los países más periféricos, con menor renta per cápita, mayor diversidad económica y jurídica, y menor tradición democrática. A pesar de todo, los países miembros han ratificado su voluntad de dar cabida a todos.
Para pasar de una amalgama de países a una unión económica en el presente, y posiblemente política en el futuro, el todo debe tener una estructura, unas leyes y unos objetivos que le dé sentido. Así, los países que defienden el mantenimiento de privilegios a su favor deberían hacer un doble esfuerzo en contribuir con propuestas integradoras alternativas, que refuercen el avance del conjunto de Europa. Las últimas informaciones sobre las posturas de los países miembros no son positivas. La falta de acuerdo respecto a la Constitución europea y el incumplimiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento son dos retrocesos lamentables en el proceso de integración. En realidad, constituyen dos crisis institucionales, que demandan su corrección pronta. Incrementan los obstáculos que aún frenan el proyecto europeo. Por un lado, debe destacarse que la propuesta de la Convención respecto al Tratado constitucional de Europa pretende establecer estructuras de decisión más eficientes. Entre sus requisitos se encuentra la necesidad de ser más transparentes y más comprensibles, que son pasos imprescindibles para reforzar la legitimidad democrática de la Unión. Mirar al futuro exige sacrificar aspectos presentes, evidentemente. La inversa se utiliza, precisamente, para justificar el equilibrio presupuestario: no se debe sacrificar a las generaciones futuras por gastos excesivos presentes. El crecimiento no se puede lograr con medidas fiscales expansivas que, además, al ser aplicadas sólo por unos, implica un problema de free riding (o chupar rueda en traducción libre). Se ha dicho que el objetivo de la Unión es lograr un crecimiento sostenible a largo plazo, creando un marco económico estable que inspire confianza a los negocios. Es evidente que los últimos acontecimientos exigen propuestas nuevas, que deben hacerse con miras amplias.
Economista