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Tribuna
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Recuperación, pero con riesgos

El entorno en que se mueve la economía lleva al autor a afirmar que, de cara al futuro inmediato, pesan más los factores positivos que los negativos. Augura que el próximo año será de consolidación de la reactivación económica mundial

La incertidumbre que caracterizaba el escenario económico internacional a comienzos del año, fundamentalmente a causa del enfrentamiento bélico en Irak y la epidemia de gripe en los países asiáticos, ha dejado paso a un entorno más optimista y previsible. En el tercer trimestre, la actividad económica en Estados Unidos registró un repunte del 8,2%, el mayor crecimiento de las dos últimas décadas. Además, los beneficios empresariales comienzan a recuperarse, el empleo vuelve a presentar tasas positivas de crecimiento y los mercados bursátiles han retomado una senda alcista. La capacidad de reacción de la economía norteamericana y su rapidez para salir de la crisis se explican por la extraordinaria flexibilidad y dinamismo de su sistema productivo, unido al carácter expansivo de sus políticas fiscal y monetaria. A este lado del Atlántico las perspectivas presentan también una cierta mejoría. Los indicadores de confianza empresarial reflejan un sentimiento más optimista y la actividad económica experimentó un moderado repunte entre julio y septiembre, con un crecimiento del 0,4% intertrimestral, después de tres trimestres con tasas de crecimiento nulas o negativas. La economía japonesa también comienza a ofrecer señales positivas aunque sigue sin resolver sus problemas estructurales más graves, mientras que los países asiáticos, y más concretamente China, empiezan a convertirse en motores de crecimiento. También América Latina se encuentra en fase de reactivación tras la crisis de los últimos años.

La economía española, por su parte, ya superó el punto de inflexión del ciclo en el último trimestre del año pasado, tras un periodo de desaceleración económica muy suave. Los beneficios empresariales han experimentado una notable recuperación y la utilización de la capacidad productiva está en ascenso. Para el próximo año se espera una aceleración de nuestras tasas de crecimiento. Al dinamismo de la demanda interna se sumará el impulso procedente de una mayor demanda externa, en el contexto de unas condiciones monetarias que seguirán siendo muy expansivas para nuestra economía y de un entorno internacional más favorable. Se espera también una fuerte reactivación de la inversión empresarial en bienes de equipo, una variable muy elástica con respecto al ciclo económico. La inversión en obra pública seguirá manteniendo un fuerte ritmo de crecimiento y apoyando el ciclo expansivo. La incipiente recuperación mundial no está, no obstante, exenta de riesgos. En Estados Unidos persisten aún importantes desequilibrios. El elevado endeudamiento de familias y empresas podría frenar el crecimiento de la demanda interna, mientras que el fuerte crecimiento del endeudamiento público podría presionar al alza los tipos de interés a largo plazo, obstaculizando la reactivación económica. El abultado déficit exterior también supone una amenaza para la economía mundial, puesto que una caída brusca del dólar malograría el proceso de reactivación y produciría efectos devastadores sobre los mercados financieros. En la eurozona, la mejoría del escenario se asienta sólo sobre las favorables perspectivas para el sector exterior como resultado de la reactivación de la economía norteamericana, que seguirá como motor de la economía mundial. Así, durante el año próximo sólo cabe esperar una recuperación gradual y moderada, con un crecimiento todavía por debajo del potencial, dependiente de las exportaciones y, por tanto, muy vulnerable ante una excesiva apreciación del euro. No obstante, es poco probable un escenario de caída brusca del dólar, debido a la mayor confianza que genera la economía norteamericana, frente a una Europa lastrada por sus rigideces estructurales, el descrédito por la ruptura del Pacto de Estabilidad, una recuperación muy lenta y vulnerable, y la falta de decisión de sus gobernantes a la hora de emprender las reformas estructurales. Lo más probable es un fortalecimiento de la divisa estadounidense a medida que se consolide la reactivación, o como mucho, una depreciación suave y escalonada. Finalmente, entre los factores de riesgo debemos incluir el terrorismo internacional y, en el caso de la eurozona, el incumplimiento del Pacto de Estabilidad, que podría dañar las expectativas, traduciéndose en un aumento de los tipos de interés y en un descenso de la inversión. Un crecimiento en la zona euro inferior al esperado repercutiría, asimismo, sobre la economía española en forma de menores tasas de crecimiento. En cualquier caso, los factores positivos pesan más que los negativos, de modo que el escenario más probable para el próximo año es de consolidación de la recuperación económica mundial.

En la eurozona sólo cabe esperar una reactivación gradual y moderada, con un crecimiento por debajo del potencial

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