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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La necesidad de refundar Kioto

La Unión Europea ha abierto una nueva grieta en el Protocolo de Kioto. El pasado viernes, el Consejo Europeo suscribió una declaración, propugnada por España, en la que se aboga por 'estudiar formas más rentables' para aplicar las decisiones de Bruselas respecto al cambio climático. A este genérico planteamiento se sumó posteriormente la comisaria europea de Energía, Loyola de Palacio, quien reclamó una 'reflexión' de los Estados miembros de la UE si Rusia no ratifica Kioto.

Estos dos pronunciamientos tienen un claro trasfondo. La Unión Europea, que se ha comprometido a reducir un 8% las emisiones de gases causantes del efecto invernadero hasta el año 2012, no quiere quedarse agitando la bandera de Kioto en solitario. Hasta ahora, de los mayores bloques contaminantes del mundo, únicamente la UE y Japón han suscrito el tratado. Estados Unidos, Australia, China e India ya han dado una negativa por respuesta y los dirigentes rusos continúan pensándoselo.

La decisión del Gobierno que dirige Vladimir Putin es vital, puesto que el Protocolo de Kioto sólo podrá entrar en vigor si es ratificado por países cuyas emisiones acumulen el 55% del total mundial. Rusia, con el 17,4% de las emisiones, tiene la llave para alcanzar ese mínimo. En caso de que no se toque ese nivel, la posición de la UE se complica. De momento, hay una directiva aprobada y otra en preparación, que servirá para desarrollar determinados aspectos de la primera y que, si es necesario, puede utilizarse para frenar el proceso.

Incluso hay voces, fundamentalmente del ámbito empresarial, que van más allá y abogan por un replanteamiento total de la política comunitaria respecto a Kioto. Su argumento es sencillo. Si se aplica el tratado, las empresas europeas serán menos competitivas que las estadounidenses. Algunas, además, han anunciado que sopesan la posibilidad de trasladar fuera de la UE, a países que no tengan límites para la emisión de gases, parte de su producción.

El debate en los grandes foros europeos aún está en sus primeros balbuceos. En España, sin embargo, se encuentra en un estado bastante más avanzado, especialmente en el sector eléctrico, donde se ha producido una sintomática escisión. Iberdrola defiende que es viable el cumplimiento de los objetivos de Kioto, una opinión que difiere radicalmente del diagnóstico de todas sus competidoras. Los restantes sectores afectados (cemento, vidrio, siderurgia, petróleo y cerámica) ya han puesto el grito en el cielo.

Haciendo abstracción de los fríos datos económicos, la cuestión de fondo estriba en la validez o no de las bases sobre las que se asentó Kioto. EE UU ya apeló para no ratificarlo a la falta de credibilidad de los principios científicos del acuerdo. El cisma empezó ahí y todo apunta a que acabará con el espíritu del tratado o con el tratado mismo. Ante esta situación, se hace indispensable una reflexión serena de hasta dónde se ha llegado y qué provecho se ha sacado. Y, a partir de ahí, intentarlo de nuevo. Hacer un Kioto II que sea realmente eficaz. Que sume fuerzas y no reste, y que compagine el sano desarrollo medioambiental con la eficiencia económica. Hay demasiado en juego.

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