Renunciar al cargo para reducir el estrés
Antes era una alta ejecutiva aferrada al móvil de su empresa. Ahora es la recepcionista de una escuela. Patricia, nombre ficticio para un caso real, trabajó durante varios años como directora de marketing profesional en una importante multinacional alemana. Actualmente trabaja en el colegio en el que estudió de niña y en el que también educa a su hija. 'Mi labor es atender el teléfono, el correo y las visitas. Llevo la agenda de 60 profesores y hago labores administrativas y de traducción. Gano menos de un tercio de lo que cobraba antes, pero soy mucho más feliz'.
Aunque reconoce que ni su familia ni sus amigos entendieron del todo su decisión, no se cuestiona el paso que dio. 'Llegó un momento en que el estrés y la actitud de mi empresa pudieron conmigo, así que pacté una salida porque no podía más. Simplemente decidí buscar un trabajo que me dejase vivir'.
Cuando va de compras todavía recuerda los tiempos en que podía gastarse 500 euros en una chaqueta sin pensárselo demasiado. También ha aprendido que la gente trata de forma diferente a una directora de marketing que a una recepcionista. Pero, pese a todo, tiene claro que ha tomado el camino correcto. 'Yo creía que el mundo se reducía a nosotros, los ejecutivos. Trabajaba en un mundo de hombres, ahora trabajo rodeada de niños y mujeres. Y me gusta. No me cierro a hacer otras cosas siempre que no suponga volver a quemarme. Porque sé que si volviese a sentirme como antes, lo mandaría todo al infierno de nuevo'.
'Ahora gano menos de un tercio de lo que cobraba en mi trabajo anterior, pero soy mucho más feliz'
Casos como el de Patricia no son frecuentes todavía en España, aunque poco a poco comienzan a hacerse patentes. Son personas cansadas de su trabajo que un buen día reúnen el valor necesario para dar un giro a su vida y cambiar de profesión. Algunos buscan su verdadera vocación, otros lo hacen por hastío.
La mayoría, sin embargo, son víctimas del estrés. 'En Estados Unidos lo llaman downshifting y llevan años estudiándolo. La mayor parte de las veces se trata de ejecutivos que caen en la cuenta de que se pasan el día estresados y que prefieren tener un puesto de menos responsabilidad, ganar menos dinero y llevar una vida más tranquila', explica la psicóloga Victoria Cadarso. No es un fenómeno que se produzca de la noche a la mañana, sino el fruto de un proceso largo y difícil. 'La mayoría de la gente no puede dejar su profesión de un día para otro, se van formando poco a poco en otra cosa y cuando hay una oportunidad la aprovechan'.
Borja Abós supo aprovechar su oportunidad. Su estudio está abarrotado de viejos muebles, tubos de pintura, pinceles y muchos cuadros. Hasta hace dos años, trabajaba de diez a nueve como redactor en una empresa de publicidad. Ahora, a sus 31 años y como antes lo hicieron su abuelo y su bisabuelo, Borja es pintor.
'Mi trabajo era totalmente absorbente, estaba siempre al servicio del cliente. Cuando se terminó mi contrato tuve una reacción de pánico y comencé a hacer entrevistas de trabajo. Pero más adelante me di cuenta de que quizá era el momento de empezar a hacer lo que me gustaba de verdad'.
Su licenciatura en Empresariales y su máster de Publicidad no le sirven de mucho entre el óleo y los pinceles, pero no echa de menos su profesión anterior. El año pasado realizó su primera exposición con éxito, ahora está preparando la siguiente.
'Mi trabajo anterior era interesante, pero no era lo que quería hacer ni me llenaba. Cuando teníamos presentaciones salíamos a las seis de la mañana. Y cenar en el trabajo a veces puede ser muy deprimente'.
De ejecutiva a pequeña empresaria
A veces la clave del cambio está más en descubrir lo que uno no quiere, que en averiguar lo que se desea. En el caso de Sarah Anna Thomas, fundadora del centro de formación de idiomas Blue English Consultants en Madrid, hicieron falta años de trabajo en entidades como JP Morgan o Citibank para descubrir que lo suyo no era recibir órdenes, sino crear una empresa. 'Mi último trabajo fue realizar proyectos de consultoría para Bielorrusia. Fue muy interesante, pero muy duro. Vi demasiada pobreza', explica. Sin embargo, sus inicios como empresaria tampoco fueron fáciles. 'Al principio es como un casino. Metes y metes dinero y no lo recuperas'. Ahora trabaja menos horas, aunque de una forma más intensa, pero con el atractivo añadido de estar levantando un proyecto propio. 'En mi último trabajo viajaba continuamente, ahora tengo más estabilidad y eso, a la hora de formar una familia, es importante', explica. A sus 34 años ha aprendido que en una pequeña empresa hay labores que no encajan en ningún puesto y caen directamente sobre los hombros del propietario. 'He tenido que hacer de todo, porque no tenía mucho personal. Cuando trabajas en una multinacional tú no te ocupas de arreglar la fotocopiadora cuando se estropea'. Blue English Consultants tiene como principales clientes a las empresas y en su cuadro de 35 profesores de idiomas hay lista de espera. ¿Nostalgia? 'A veces un poco, pero no volvería atrás. De vez en cuando quedo con mi antiguo jefe para que me tenga al día sobre cómo van las cosas. Y es que cuando eres empresaria, de alguna forma, estás más sola'.
Vivir con menos
Joe Dominguez, un ejecutivo de Wall Street, y su esposa, Vicki Robin, inauguraron el movimiento downshifting al publicar La bolsa o la vida, un libro en el que explicaban cómo dejaron sus trabajos y aprendieron a vivir con 4.500 euros al año. Linda Breen Pierce, otra de las gurús del movimiento, da estas recetas:Cambiar de casa. ¿Realmente hay que vivir en la mejor zona de la ciudad? Mudarse a un barrio más económico es una buena forma de empezar el proceso.Ahorrar en transporte. Si se muda a un lugar cercano al trabajo, podrá ir andando o en bicicleta a trabajar.Eliminar lo superfluo. Coger un lápiz y un papel le enseñará que muchos de sus gastos son superfluos.Negociar con la empresa. No siempre hace falta dejar el trabajo. Solicite trabajar en casa o reducir la jornada.