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Tribuna
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Cuestión de confianza

La candidatura española como sede del proyecto de fusión nuclear ITER suponía el empuje definitivo para la industria energética en el país. El autor considera que la 'cultura nuclear' se sitúa en el punto central de la decisión de apoyar la opción francesa

L a Unión Europea ha decidido apoyar una única candidatura europea en la pugna por la sede del proyecto ITER, y ésta es la de Cadarache, en Francia. Esta decisión, adoptada por unanimidad, tras la retirada en el último minuto de la candidatura presentada por España, supone un jarro de agua fría para todas las expectativas levantadas en nuestro país de albergar el reactor experimental de fusión.

Puesto que las dos candidaturas europeas reunían los requisitos necesarios para convertirse en sedes del ambicioso proyecto de energía de fusión, tan sólo cabía evaluar algunos baremos y parámetros de cada una de ellas. El informe King confirmó que Vandellós estaba en igualdad de condiciones técnicas con Cadarache para albergar el reactor experimental. Incluso las condiciones económicas resultaban favorables para la localidad tarraconense. Entonces, ¿a qué se debe la unanimidad de criterios en el seno de la UE a favor de la candidatura francesa?

Los factores de competitividad técnica, profesionalidad y experiencia de ambos países están a la par. Un tercio de la energía eléctrica que se consume en España es aportada por los nueve reactores nucleares ubicados en nuestro país. Las centrales nucleares españolas son equiparables, en fiabilidad, seguridad y funcionamiento no sólo a las francesas, sino a las mejores del mundo occidental y se encuentran, año tras año, en los primeros puestos de las tablas internacionales por rankings de producción y operación segura.

Francia lleva apostando por la energía nuclear desde hace cuatro décadas. Dispone de 59 reactores nucleares, que cubren el 80% de su consumo eléctrico y son capaces, además, de suministrar energía a otros países de su entorno, incluido el nuestro. Recientemente, el Gobierno francés ha planteado la construcción de nuevos reactores -nada de cierres o clausuras- para afrontar la demanda futura de electricidad.

El aporte a la economía francesa del sector nuclear es indudable y ello puede influir en la favorable apreciación del ciudadano galo hacia este tipo de energía. Desde el punto de vista de la información, se han diseñado infinidad de campañas y se han propiciado debates energéticos entre políticos, líderes de opinión y ciudadanos. Recientes encuestas demuestran que más del 80% de la población francesa considera que deben utilizarse las centrales nucleares como medio idóneo para producir energía. Más de seis millones de ciudadanos han visitado alguna central nuclear.

Esta cultura nuclear, si así puede definirse, choca con la situación en España. La diferencia entre un país que apuesta decididamente por la energía nuclear -y el ITER, no lo olvidemos, es un reactor experimental de energía de fusión y, por tanto, nuclear- y la realidad del sector nuclear en España es evidente. No obstante, el Gobierno español ha sido valiente y ha conseguido situarnos en el campo de la fusión nuclear en un nivel que nadie hubiera soñado hace tan sólo un año. Como industria nuclear sentimos el legítimo orgullo de ser capaces de estar a la altura de la comunidad científica internacional en capacidad de conocimiento y experiencia tecnológica.

Por ello, el sector nuclear español debe ahora defender la designación de Francia como sede del ITER en su pugna con las candidaturas japonesa y canadiense. Para la industria española siempre será preferible que un proyecto de semejante calibre se desarrolle en un país europeo y especialmente si éste está tan próximo a nosotros. Las sinergias de investigación y desarrollo que de él se obtengan deben ser aprovechadas por nuestra propia industria. De todos modos y sea cual sea el resultado final, necesitamos que el impulso proporcionado por las instituciones españolas en su apoyo al ITER tenga continuidad y, así, consolidar una participación activa española en el proyecto desde el punto de vista científico y tecnológico.

Por último y, puesto que siempre es mejor optar por el optimismo, debemos esperar que la desilusión que para todos ha supuesto la no aceptación de Vandellós como oferta europea de sede para el ITER, nos brinde -a la sociedad en su conjunto- la oportunidad de reflexionar acerca de nuestra política energética. Disponemos del conocimiento, de la experiencia y de la ilusión por el trabajo profesional, avancemos en la definición de nuestras opciones energéticas y mantendremos la confianza de la comunidad internacional.

Director del Foro de la Industria Nuclear Española

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