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Columna
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Elecciones

Los resultados electorales no permiten todavía saber quién gobernará en Cataluña. Las negociaciones entre partidos políticos acaban de empezar y lo más probable es que duren hasta casi las Navidades. Reconozcamos que la composición del Parlament no es la que los socialistas esperábamos. De nuevo ganamos en votos pero, gracias a una Ley electoral cuya provisionalidad dura ya casi un cuarto de siglo, CiU nos vuelve a superar en escaños. Pero hay algunas diferencias fundamentales con respecto a 1999: la primera es que no se puede repetir un Gobierno de CiU apoyado por el PP. Nadie lo esperaba. La segunda es que los tres partidos que se reclaman de la izquierda, con distintas posiciones frente al hecho nacional catalán, suman una mayoría holgada de 74 escaños. Todos lo esperaban, pero no con ese reparto. La tercera es que ERC puede completar alternativamente los escaños del PSC+IC o los de CiU. Confiábamos en que eso no ocurriría. Esperábamos poder evitar una situación en la que ERC pudiese optar por quien más pujara por sus votos. Pero los electores han dado a ERC la llave del gobierno. Para ello tendrán que abandonar su calculada equidistancia. Naturalmente se resisten a hacerlo. Para ganar tiempo, Carod se precipitó en la noche electoral a proponer un Gobierno de unidad nacional, todos menos el PP, con lo cual ya no sería de unidad, salvo que de la nación excluya a los electores de ese partido. Con razón los socialistas rechazamos una alianza que no tiene razón de ser. Cataluña no es la Inglaterra del 39 asediada por un Hitler victorioso. Y Carod-Rovira tampoco es Churchill. Los otros dos partidos tampoco quieren participar en el totum revolutum.

Algunos piden tiempo y dejar que Mas gobierne en minoría hasta ver qué pasa en las generales

Los que gobernaban no pueden seguir haciéndolo y los que estaban en la oposición pueden hacer realidad el cambio. Lo lógico sería que lo hicieran. En ello insiste coherentemente Maragall y nadie debería sorprenderse ahora de que los socialistas catalanes propiciemos un Gobierno con ERC e IC. Que nadie se caiga ahora del guindo. Todos sabíamos que el PSC no obtendría la mayoría absoluta y que sólo la podría completar con ERC, porque IC sería necesaria pero no suficiente. No esperábamos tener ni tenemos otra opción para hacer realidad el cambio. Pero también esperábamos que ERC no tuviera la posibilidad de optar. El tripartito de izquierdas depende ahora de lo que ERC decida. Pero en el tablero político catalán ERC juega en los dos campos del progresismo y el nacionalismo. Y nunca dijo por cuál de ellos se decantaría. Ahora sólo sabemos que no estará contra convergentes ni socialistas, pero que no se abstendrá para que CiU pueda gobernar en minoría. No obstante, algunos hechos son sintomáticos. Cuando José Luis Rodríguez Zapatero reclama un Gobierno de las izquierdas catalanas presidido por Maragall para, entre otros objetivos, cohesionar España, Carod le contesta que a él no le votaron para contribuir a ello. En la noche electoral, cuando las televisiones mostraron el sorpasso en diputados de CiU sobre el PSC, en la sede de ERC rompieron a aplaudir. ¿Era sólo para celebrar que se convertían en la fuerza decisiva? ¿Hubiesen aplaudido si el sorpasso se hubiera producido en sentido inverso? Con sus ventajas e inconvenientes, la preferencia de los socialistas está clara. La de CiU, también. A ambos nos tentarán con un gran pacto. Pero eso no sería el cambio que hemos propuesto, como dijo Maragall. En la decisión de ERC no sólo pesará lo que pueda lograr al compartir gobierno con la izquierda o con los nacionalistas, sino también las perspectivas de futuro que en cada caso se abran. Carod actúa pensando en el medio plazo y en la forma de ganar impulso dentro de cuatro años. Sabe ya que si repite en marzo los resultados de noviembre, tendrá grupo parlamentario propio en las Cortes. Y la posición de CiU en Madrid puede ser muy difícil cuando el PP pierda la mayoría absoluta. Ante la incógnita de marzo, algunos piden tiempo y dejar que Mas gobierne en minoría hasta ver qué pasa en las generales. Pero para eso necesitaría a la vez la abstención del PSC y el PP. Con lo cual, después de tanto proclamar la identidad política diferencial de Cataluña, acabaríamos subordinando sus decisiones a las del conjunto de los españoles. Los socialistas ya hemos dicho que no habrá prórroga. El resultado antes de fin de año permitirá saber quién es quién en la política catalana.

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