El turno de la Seguridad Social
La autocomplacencia en la que se ha instalado el Gobierno, rodeado de indicadores exuberantes sobre la realidad, ha aconsejado aplazar todas aquellas reformas económicas y sociales que tienen coste político de corto plazo. Las fuerzas políticas no suelen considerar un problema aquello que puede dar dificultades dentro de diez años. Tan sólo los que entran en el horizonte electoral.
Por ello la Seguridad Social, que disfruta de una férrea salud financiera, no está entre las preocupaciones del presidente saliente ni del entrante, sea quien sea. Pero cualquiera que eche un ojo a la proyección demográfica aprecia la falla del sistema poco más allá de 2015, cuando empiezan a llegar al bando de los pasivos las cohortes de nacidos en el boom.
Si los partidos políticos se han puesto de acuerdo, efímera y falazmente siempre, en no utilizar el sistema de pensiones como un arma electoral, bien podían poner en marcha los mecanismos de una reforma suave ahora para evitar una drástica en el futuro. Los cambios en los mecanismos que determinan la contributividad (cotización y cálculo de la prestación de jubilación) tardan años, si no décadas, en madurar, y son indoloros si se introducen paulatinamente y con consenso político y social. Porque los sindicatos, o la parte mayoritaria de ellos, siempre han dado muestras de seriedad cuando se trata de garantizar el sistema público de retiro, que no es ni más ni menos que las rentas futuras de los trabajadores actuales.
La tregua hasta marzo puede tener sentido político, que no económico. Pero reforzar el carácter contributivo de la Seguridad Social debe ser una tarea que se afronte cuanto antes para evitar recortes desagradables después. Retrasar la edad de retiro (a quien pueda, que el mercado expulsa antes a sus efectivos); recortar la renta de retorno o elevar la aportación; determinar la cuantía con la aportación de toda la vida laboral para equilibrar pensión con carrera de cotización son, entre otros, cambios a aplicar más pronto que tarde para evitar el trauma de un recorte doloroso.