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Secretos de despacho

Rover predica con el ejemplo

Rover es como una de esas viejas familias aristocráticas a las que ya sólo queda el esplendor del apellido. La decadencia de la compañía, que incluso tuvo que soportar hace tres años el desdén de su propietario BMW, que vendió la firma por la simbólica cantidad de 10 libras, se percibe en el viejo caserón de San Fernando de Henares, donde los británicos desembarcaron hace 30 años cuando llegaron a España y donde aún continúan, enterrados en una maraña de obras, coches y factorías antiguas.

Nada en aquel edificio deja traslucir la identidad british de MG Rover, hoy propiedad del grupo inglés Phoenix Venture Holding Limited Company, ni siquiera el despacho de su actual consejero delegado, Alfonso Saavedra, que el próximo mes de enero asumirá también la presidencia de la filial española. Saavedra es como quien dice un recién llegado a la casa, pero sólo ha necesitado siete meses para comprender que Rover no está ni para alharacas ni para lujos. Su lugar de trabajo deja entrever la personalidad de este ejecutivo de madre belga y padre gallego, un hombre al que le gusta predicar con el ejemplo.

Cierto es que este viejo edificio del polígono industrial de San Fernado tuvo una vez una planta noble, pero el nuevo consejero delegado ha preferido bajar sus bártulos al día a día, para trabajar puerta con puerta con sus subordinados. Allí están los chicos de finanzas, al lado de un jefe que ni siquiera ha cambiado el color de la moqueta para distinguirse en el cargo. Sólo unos bellísimos dibujos a lápiz de Oscar Kokoshka, de su colección particular, y unas fotografías dan cuenta de su notable trayectoria profesional: Saavedra con el Rey, Saavedra con Jordi Pujol, Saavedra junto al corredor Carlos Sainz, una foto dedicada de Zidane...

'¿Mi acción más difícil? Convencer a los concesionarios de que Rover es una firma con futuro'

A esta pecera llena de austeridad y -todo hay que decirlo- de luz llega este directivo cada mañana antes de que el reloj marque las nueve. Las primeras horas del día las gasta contestando llamadas, leyendo la prensa y reuniéndose con los directores de departamento.

A este gestor no le gustan ni los corrillos ni los ordenadores, que no usa, y siempre mantiene abierta la puerta de su despacho. Con ello sacia (como él mismo reconoce) cierto vicio fisgón -'necesito saber qué pasa al otro lado'- e intenta ganarse la confianza de sus nuevos empleados, 40 trabajadores a los que conoce -'por supuesto'- por el nombre y el apellido.

Curiosamente, Alfonso Saavedra comparte despacho con un frigorífico. Una de esas neveras pequeñas y funcionales que el viajero abre ávidamente cuando llega a la habitación de un hotel para saciar el hambre con un zumo de tomate y unos cacahuetes. Uno siente curiosidad por saber qué esconde dentro del frío este hombre grande y afable, que ya dejó atrás los 50 y que decidió cambiar un puesto ejecutivo en la ciudad del Sena, donde presidía Kia Francia, por un futuro incierto en Rover.

La puerta de la nevera se abre y uno sólo encuentra una lata de coca-cola y tres botellitas de tónica. Cuesta trabajo imaginar que alguien pueda quedar intimidado ante un gestor de modales y gustos tan frugales, pero la llegada de Saavedra a Madrid ha despertado muchos recelos -el paternalismo y los 30 años al frente de la filial de Jacques Muller, su predecesor, tienen la culpa- y ello le ha obligado a reunir y explicar a los dueños de los concesionarios de que no ha venido a España para llevar a cabo una política de tierra quemada. Una pequeña y destartalada mesa de formica ha sido espectadora callada de las numerosas reuniones que han mantenido con ellos para convencerles de que Rover es una marca con futuro y que no merece la pena aventurarse en los negocios con otra firma automovilística.

Conocedor como pocos de la industria del motor, donde ha forjado toda su carrera, no cree en los genios -'son muy peligrosos'- y habla con pasión de Leopoldo Pérez de Villamil, con quien ha trabajado durante 17 años, su referente en el mundo de la empresa. Sigue mostrando el mismo entusiasmo por el trabajo que hace 20 años, cuando asumió la dirección general de Toyota España, y asegura que está muy lejos de la prejubilación. Los escasos doce días de descanso que coge al año dan buena prueba de su afición por el quehacer diario.

En Rover no le faltará tarea. Pero Alfonso Saavedra intuye que pronto llegarán los momentos dulces: 'No sé si será la suerte del principiante, pero llevamos tres meses consiguiendo objetivos, algo que no lográbamos desde enero'.

Por un puñado de libras

Diez libras, sólo diez libras pagó BMW hace tres años por liberar esta firma inglesa, hoy en manos de la multinacional Phoenix Venture Holding Limited Company. Y una copia de esa oprobiosa venta cuelga hoy en todas las filiales de la empresa, para recordar a sus directivos que la meta aún está lejos. En el caso de la española el objetivo es duplicar las ventas, hasta las 21.000 unidades.Para ello, Saavedra cuenta con una plantilla de 40 empleados y un equipo de confianza de nueve personas, a las que ha contratado 'para lograr que la compañía remonte el vuelo'.Mucha suerte y una buena dosis de creatividad va a nececesitar este experimentado gestor para alcanzar su sueño profesional. Antes Rover tendrá que desprenderse de su leyenda negra, que tiene un punto de verdad: los motores ingleses no logran estar a la altura de los elegantes acabados de sus berlinas. Todo un demérito para una firma centenaria.

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