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Columna
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Nuevas formas

Acabo de regresar de un interesante viaje por los países del Cono Sur latinoamericano, y todo induce a pensar que nos encontramos en una fase de nuestras relaciones que están exigiendo nuevas formas y nuevos compromisos, particularmente de nuestras empresas. El caso donde se plantea con mayor intensidad esta nueva realidad es sin duda el argentino.

La posición de las empresas españolas en aquellos mercados es bien conocida y tienen la peculiaridad que su actividad económica rodea el quehacer cotidiano de millones de familias. Si llama por teléfono, si prepara la comida en la cocina de casa, si pone gasolina en el auto, si bebe agua o se ducha, si decide hacer un viaje en avión, un ciudadano argentino termina siempre encontrándose con una referencia española al cabo del día. La angustia de saber si llegara al final del mes y será posible pagar las facturas termina también vinculándose con las decisiones que puedan tomar los empresarios españoles allí implantados.

Si a estas circunstancias se le añade que existe una creencia, generalizada entre la opinión pública argentina, de que las privatizaciones de sus antiguas empresas nacionales entrañaron un enorme grado de corrupción que favoreció a una clase política depredadora se entienden muy bien las razones de las dificultades que han surgido con las empresas españolas en Argentina después de la victoria del presidente Néstor Kirchner.

Kirchner necesitaba cuestionar lamanera en que llegaron las empresas españolas a Argentina

Seguramente algunos de nuestros empresarios apostaron excesivamente por la reelección de Carlos Menem. Tal vez pensaron que con este último se resolverían más fácilmente los problemas de las tarifas y se evitarían incomodidades en los Tribunales de Justicia que pudieran revisar algunos episodios oscuros respecto a cómo se produjeron ciertas privatizaciones. Parece que a nuestros empresarios les soplaron que Menem era el candidato favorito de la Administración Bush, en pleno viraje de la política exterior española hacia la nueva alianza de Aznar con EE UU.

Desconozco si esto fue o no así, pero es lo que creen de una manera generalizada por tierras porteñas, lo que explica en cierta manera lo que ocurrió con motivo de la vista del presidente Kirchner y la tormentosa explicación en Madrid con la flor y nata de nuestro empresariado. Luego quedó la duda respecto a las últimas intenciones del Gobierno argentino en relación con algunas de las empresas españolas deseosas de reactualizar las tarifas, así como el futuro de las esperadas nuevas inversiones una vez concluidas las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional.

Mi impresión es que el desencuentro era inevitable. Por un lado, el propio Kirchner estaba obligado a generar un nuevo liderazgo en la opinión pública argentina removiendo los viejos temas de siempre, empezando por el cese fulminante de toda la cúpula militar y el inicio de una revisión histórica de lo que supuso el famoso punto final.

La opinión pública argentina necesitaba una referencia política para creer otra vez en el futuro. Es evidente que el presidente Kirchner, exagerando en ocasiones la puesta en escena, necesitaba también cuestionar la forma en que llegaron nuestras empresas en el periodo de Menem.

La operación ha dado resultado. Hoy una gran mayoría de argentinos ha reencontrado un marco de esperanza en las primeras decisiones de Kirchner. Existe pues una interlocución política para resolver los problemas pendientes. No es mi percepción que exista el menor interés en ajustar cuentas con el pasado. Lo que sí será necesario es el despliegue de nuevas formas y nuevos compromisos.

Finalmente el empresario español se sentirá más seguro con una expresión política argentina que desea rehacer el desaparecido Estado argentino, del mismo modo que el Gobierno argentino se sentirá más relajado con un empresariado que ha comprendido que tendrá que trabajar de una manera diferente en el futuro. Es cuestión de hablarlo tranquilamente.

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