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Columna
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El 7,2% de EE UU

El crecimiento estimado de la economía de EE UU durante el tercer trimestre, 7,2%, constituye una cifra inusualmente elevada que ha recibido en los medios de comunicación una considerable atención, pero que ha sido acogida con señales mixtas por los mercados, achacadas a las dudas sobre la continuidad de la recuperación.

Pero conviene recordar que, a pesar del dato anunciado, la economía estadounidense no ha crecido un 7,2%. Esa cifra sería el crecimiento que experimentaría si, a lo largo de cuatro trimestres consecutivos, tuviera un comportamiento como el del tercer trimestre. Estrictamente hablando, sólo podemos decir que, en términos reales, es decir, descontando el efecto que la inflación tiene sobre el crecimiento de la renta nominal, el PIB durante el tercer trimestre de 2003 fue superior en un 1,75% al estimado para el segundo trimestre.

El crecimiento estimado del tercer trimestre es apenas una sorpresa. Es importante entender que, aunque es muy difícil prever con precisión los movimientos a corto plazo de muchas variables económicas, no lo es en las cifras de contabilidad nacional trimestral, debido a la disponibilidad de un creciente número de indicadores mensuales. Los sondeos a analistas disponibles en distintas fuentes anticipaban desde hace tiempo un aumento del 6,1% en términos anuales. En estas mismas páginas, al comentar los primeros síntomas de recuperación, propuse ya en agosto un crecimiento para el tercer trimestre en torno al 6%. æscaron;nicamente la diferencia entre este crecimiento previsto y el dato ahora anunciado, 7,2%, que en términos trimestrales representa una diferencia entre 1,75% y 1,50%, puede considerarse nueva información.

El crecimiento estadounidense incrementa la verosimilitud de una recuperación de su divisa

Que las expectativas se hayan desbordado al alza o que desde 1964 no se hubiera observado un crecimiento tan elevado, son aspectos anecdóticos. Estamos ante una estimación, que vendrá seguida de una revisión y de un dato final, que pueden variar significativamente la cifra de crecimiento ahora publicada. Es indudable que la economía estadounidense registró en julio-septiembre un notable repunte, pero los matices son menos relevantes. La reducción de impuestos ha generado un potente estímulo sobre el consumo privado, y la debilidad del dólar ha impulsado un fuerte excedente en comercio exterior. Estos efectos hacen que la magnitud del crecimiento observado en el tercer trimestre sea transitoria, pero la recuperación es real, como sugiere que las áreas más afectadas por la crisis, la producción en manufacturas y la demanda de inversión en equipos crecieran a fuerte ritmo en el trimestre. También los beneficios empresariales se recuperan, y las existencias continúan descendiendo, lo que hará que próximamente las empresas comiencen a incrementar la producción para reponerlas.

Que el empleo se recupere con posterioridad entra dentro de las pautas razonables en el ciclo económico. No es que la mayor productividad esté frenando la creación de empleo, sino que las reticencias de las empresas a contratar trabajadores por falta de confianza en la robustez del repunte económico hacen que la mayor demanda de productos se manifieste en mayor productividad. Está reduciéndose la destrucción de empleo, lo que ocurre antes de que se genere empleo en términos netos. æpermil;sta es la mayor incógnita actualmente, pero podría desaparecer en los próximos meses.

La economía estadounidense cerrará el ejercicio con un crecimiento próximo al 3,0%, siendo algo más elevado en el último trimestre. Este comportamiento producirá un repunte en los tipos a largo plazo, antes de que la Reserva Federal eleve sus tipos de intervención, lo que tardará aún algún tiempo en suceder. Más difícil resulta prever la evolución del dólar. El crecimiento estadounidense incrementa la verosimilitud de una recuperación de su divisa, salvo que el resto de las áreas económicas mostrara una fortaleza que ahora no se percibe. Ni la recuperación de la demanda ni la del dólar serían buenas noticias para el comercio exterior de EE UU, que continuaría deteriorando su saldo comercial, poniendo presión a la baja en la divisa, igual tensión que la que generará el abultado déficit presupuestario. Que pueda prevalecer un efecto u otro es difícilmente previsible en estos momentos.

Catedrático de Análisis Económico de la Universidad Complutense

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