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Columna
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Misión incumplida

Cuando el pasado primero de mayo George W. Bush se presentó en la cubierta del portaaviones Abraham Lincoln disfrazado de piloto de la Marina para declarar el fin de las hostilidades en Irak, una gran pancarta con la leyenda Mission accomplished (Misión cumplida) sirvió de telón de fondo para la ceremonia. Grave error de cálculo de los servicios de propaganda de la Casa Blanca. Porque seis meses después, las hostilidades no sólo no han cesado, sino que aumentan diariamente y las bajas de las tropas estadounidenses ya superan a las registradas durante la campaña militar propiamente dicha.

El pasado lunes, Bush comprobó la veracidad de la afirmación hecha por uno de sus más ilustres antecesores en el cargo, el presidente Harry S. Truman, cuando calificó la Casa Blanca como 'la joya de la corona del sistema penitenciario americano'. En una comparecencia ante la prensa celebrada para responder a la serie de ataques perpetrados el pasado fin de semana en Bagdad, el inmisericorde cuerpo de corresponsales acreditados ante la Casa Blanca le amargó el acto recordándole una y otra vez la famosa pancarta.

Pero, anécdotas aparte, lo más importante de la conferencia de prensa fue la afirmación de Bush de que Estados Unidos no tenía la más mínima intención de abandonar Irak antes de cumplir los objetivos que se había impuesto: la estabilización del país y la instauración de un Gobierno democrático legitimado por las urnas. Una afirmación destinada no sólo al consumo interno, sino también, y primordialmente, al externo.

Bush quiso asegurar a los iraquíes, a la opinión pública árabe y a muchos aliados vacilantes de que el compromiso de su Administración con Irak era total y que los actos de terrorismo, llevados a cabo por una combinación letal de partidarios de Sadam Husein y miembros de organizaciones terroristas internacionales, no lograrían hacer que Washington 'cambiase el rumbo' de su política en Irak.

Porque la realidad es que, a pesar de los cruentos atentados, la situación se normaliza con el paso de los días. La inseguridad es patente en el llamado triángulo sunita y en torno a Bagdad. Pero en ese triángulo sólo vive el 15% de la población iraquí. El resto del país, el norte kurdo y el sur sunita en torno a Basora, está razonablemente tranquilo. El suministro eléctrico ha sido ya restaurado a los niveles de la preguerra, todas las escuelas y hospitales del país están abiertos, el comercio empieza a recuperarse y el petróleo empieza a fluir a un ritmo cercano al existente antes del comienzo de las hostilidades en marzo.

Y lo que es más importante desde el punto de vista político. Los ataques suicidas contra organizaciones humanitarias como la Cruz Roja y comisarías de policía iraquíes, así como la voladura de la sede de Naciones Unidas, han originado en la población local el efecto contrario al buscado por sus autores, como lo demuestra una reciente encuesta realizada por Gallup entre los habitantes de Bagdad.

Los 35.000 millones de dólares prometidos en la Conferencia de Donantes de Madrid la pasada semana no son suficientes para la reconstrucción total de Irak, pero, por lo menos, cubren los 5.000 necesarios para seguir adelante con los gastos previstos hasta finales del próximo año. Después, la providencia dirá.

La resolución 1.511 y las promesas de ayuda comprometidas en Madrid constituyen el más serio revés político cosechado hasta ahora por los partidarios del antiguo régimen. De ahí sus intentos desesperados por institucionalizar el caos en el país. Por su parte, Bush sabe perfectamente que una prolongación de la inestabilidad actual en Irak le costaría irremediablemente la presidencia en noviembre del próximo año. Y, evidentemente, no quiere ser el segundo Bush de un solo mandato.

Hará todo lo posible para evitarlo, incluido un gradual traspaso de responsabilidad política a la ONU. Entretanto, los tres 'mosqueteros' de la disensión, Francia, Alemania y Rusia, harían bien en abandonar su actual racanería. Un Irak caótico supondría no sólo un fracaso de Washington, sino una patada en todos los traseros, incluidos los suyos.

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