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Columna
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Personas y cambios

Muchos excelentes profesionales son expulsados de sus compañías por cambios bruscos en los modelos organizativos. Recojo tres casos reales ocurridos a personas que conozco y valoro. Sus nombres han sido cambiados. Son propios de empresas que se hacen globales y centralizan su dirección, pasando por alto cuestiones personales y humanas. Resultado: muchos nuevos desengañados que, después de entregar toda una vida a sus empresas, ven con consternación cómo se vuelven inesperadamente prescindibles.

l Cuando Rogelio García comenzó en la empresa, ésta era poco más que un taller. Su jefe, sin dinero, le pidió que se encargara de la contabilidad y la oficina. La empresa creció a un ritmo acelerado; los requerimientos administrativos, de personal y contabilidad se fueron complicando, a pesar de lo cual funcionó a las mil maravillas. García terminó en el ínterin sus estudios de Económicas; trabajó mucho y bien. Estaba satisfecho de sus logros y le motivaba saberse reconocido. La empresa, en su crecimiento, admitió en su capital a una multinacional que impuso una herramienta informática de gestión integral. Rogelio, aunque no tenía experiencia en sistemas, se dispuso a organizar un equipo que apoyara a la consultora instaladora. Fue cuando se llevó la sorpresa de su vida. El nuevo consejero delegado lo convocó. Cuando llegó se encontró también al presidente, el empresario que tanto había confiado en él... hasta ese día. Le dedicaron palabras de elogio para al final anunciarle que acababan de contratar un nuevo director de administración, experto en sistemas de gestión informatizados. Le ofrecieron una generosa prejubilación aunque acababa de cumplir sólo 50 años. Desde entonces bordea la depresión; jamás había pensado que la empresa a la que dedicó toda su vida profesional pudiera hacerle algo así. l Manuel Pelayo se tomó muy en serio el puesto de director general para España de aquella pequeña multinacional en expansión. La empresa, con sede en París, le encargó la consolidación de la firma, otorgándole responsabilidades ejecutivas y representativas. Pelayo lo hizo francamente bien, liderando imaginativas estrategias de promoción que le permitieron, en pocos años, alcanzar una sorprendente penetración en su mercado. El crecimiento en España fue más rápido que en otros países europeos, gracias al motivado equipo de profesionales que Pelayo agrupó en cuatro departamentos.

Inesperadamente, la empresa decidió cambiar su modelo de organización. Desde la estructura piramidal tradicional, en la que los directores generales de cada país suponían el esqueleto básico, se decidió pasar a un modelo matricial, donde los responsables de departamento de cada país despacharían directamente con el responsable sectorial de la central parisina. Esta organización vaciaba de contenido ejecutivo al director general nacional que, a lo sumo, quedaba con funciones representativas.

Las mudanzas organizativas de las compañías suponen, en muchos casos, la expulsión de excelentes profesionales

Pelayo pasó de liderar un equipo triunfante a convertirse en un florero decorativo. Se desanimó por completo y negoció su salida. Pocos meses después, la empresa pierde cuota de mercado. Manuel Pelayo ha creado su propia empresa; se ha jurado que nunca más volverá a trabajar para una multinacional.

l Teresa Amor, ingeniera de Telecomunicaciones, completó su sólida formación en Alemania, donde realizó prácticas en una importante empresa. Con su excelente currículo académico no tardó en ser contratada por una gran empresa de telecomunicaciones.

Después de varios destinos satisfactorios, fue nombrada directora regional en una comunidad autónoma, al tiempo que se le pedía que realizara tareas para la central. Teresa desempeñó sus responsabilidades con gran eficiencia, convirtiéndose en toda una referencia regional. Pero las primeras tensiones aparecieron cuando, como otras tantas, decidieron modificar su organigrama, centralizando funciones en una única dirección nacional y vaciando las regionales de contenido ejecutivo. Ofrecieron a Teresa una buena promoción siempre que se trasladara a la central, pero ella ya tenía decidido, por motivos familiares, no abandonar la ciudad donde vivía. Al final pactó su salida. La empresa no tiene hoy estructura regional y la competencia le está comiendo el terreno.

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