Comprar joyas caras es cosa de hombres
Las joyas son cosa de mujeres, pero cuando se trata de adquirir una alhaja importante pasa a ser asunto de los hombres. A esa conclusión llega un estudio realizado por la joyería Vasari, que asegura que seis de cada diez clientes que entran en un establecimiento de este tipo son mujeres, pero las joyas caras quedan reservadas para los hombres, de entre 30 y 50 años para más datos. Las piezas más demandadas son los anillos, el 60% de las ventas, seguidos de los pendientes, el 20%, los colgantes y las pulseras, el 20% restante. 'Lo que ya se descarta, aunque puntualmente haya clientes que lo pidan, son los típicos conjuntos coordinados de pulsera, anillo y pendientes a juego', explica un portavoz de la joyería.
Sencillez
En cuanto a los materiales, el 80% de las alhajas que se compran son de oro amarillo. Y aunque el oro blanco era la tendencia en los últimos años, sólo el 20% de las alhajas que se venden son de este metal.
La sencillez se impone en diseño y en materiales. Lo cuenta la directora de la Escuela de Protocolo Empresarial, Pilar Sánchez-Cano, que asegura que llevar joyas muy exageradas resta clase y categoría. Y aconseja que sobre todo en el trabajo nunca hay que hacer exhibición de poderío.
El abanico de piedras que se demandan es amplio: seis de cada diez alhajas que se venden en Vasari llevan incrustadas piedras finas frente al 40% que lleva piedras preciosas. No es lo mismo. Entre las primeras destacan la amatista, el citrino y el granate, aunque la decisión depende mucho, según los expertos, de la influencia de los colores de moda o la estación del año. Las piedras preciosas las lidera el diamante, seguido del zafiro, el rubí y la esmeralda.
El pintor holandés Vermeer plasmó en su cuadros, como signo de elegancia y distinción, perlas en pendientes y collares. No en vano, el artista admiraba las bellísimas perlas que poseía su esposa Catharina Bolnes, y así quedó reflejado, por ejemplo, en sus obras: Joven dama con collar de perlas, Cabeza de muchacha o La tasadora de perlas. Sin embargo y a pesar de que hasta hace unos años estaba muy de moda, la perla está en desuso hoy día. 'Aunque se siguen comprando joyas caras, ahora la gente, sobre todo los jóvenes, prefieren las líneas más sencillas, baratas y que reflejen alguna simbología', señalan en Vasari, que precisamente acaba de sacar una línea más barata, que nada tiene que ver con las sortijas de 9.000 euros, inspirada en las antiguas creencias chinas y que se puede adquirir por 100 euros.
Detrás de una alhaja puede esconderse una carencia
No se medita. La motivación juega un papel importante a la hora de adquirir una joya. Según el estudio de Vasari, seis de cada diez compras de alhajas se realizan 'por impulso' y no por una decisión meditada. Entre las razones que argumenta el psicólogo David Martínez-Otero está la de satisfacer algún vacío interior.'A veces se realizan este tipo de compras valiosas con el único fin de atender una satisfacción personal, como revalorizarse'. Detrás de una alhaja puede esconderse alguna carencia afectiva. 'Es una forma más de intentar compensarlo. Se trata de esconder una insatisfacción personal. Porque sigue primando el tener al ser', explica.Para este profesional, lo que lleva a alguien a comprar una joya es la necesidad de buscar la distinción a través de un objeto de valor. 'Lo que se persigue, en definitiva, es buscar un símbolo que demuestre el estatus', argumenta Martínez-Otero.Pero según explica la presidenta de la Asociación Española de Protocolo, María del Carmen Carretero Alonso, tampoco hay que excederse en mostrar esa distinción. 'Las personas con verdadera clase son las que no hacen alarde de alhajas. Y saben cuando han de ponérselas', afirma.Los mayores errores, en opinión de Carretero, se suelen cometer, no con el tipo de material ni con el tipo de piedra que se elige, sino con los excesos. 'Los señores, por ejemplo, no deberían llevar ninguna joya a la vista, a excepción del anillo de casado y el reloj', recomienda. Las pulseras, en concreto el modelo esclava, están prohibidas en los varones. A las mujeres les están permitidas más licencias, aunque con prudencia.