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Cinco sentidos

Alcorta, turismo vinícola de diseño

'Mi propósito era conseguir una bodega que combinase la modernidad del edificio con el sabor de lo antiguo', dice Ignacio Quemada, el arquitecto que ha diseñado Bodegas Juan Alcorta, un château rodeado de un centenar de hectáreas de viñedo en las afueras de Logroño. El premio internacional a la integración entre arquitectura y agricultura, otorgado por la Red de Grandes Capitales y Viñedos del Mundo, certifica el éxito del proyecto.

Quemada, colaborador de Moneo en obras tan emblemáticas como el Kursaal de San Sebastián o el Museo de Estocolmo, ha firmado con este diseño su realización más importante. La bodega es el centro de un entorno idílico, situado a un tiro de piedra del tráfago urbano. Un edificio que se funde con el cerro donde se asienta, en el más depurado land art.

La bodega recupera la vieja tradición de la elaboración subterránea del vino. 'Cuando valoramos la posibilidad de construir bajo tierra', dice el arquitecto, 'advertimos que la eficacia y la racionalidad no eran incompatibles con la costumbre ancestral de enterrar las bodegas. Enterrar ha supuesto, en la práctica, conseguir las condiciones más idóneas para la elaboración y crianza del vino'.

Cuando uno entra en la Juan Alcorta tiene la sensación de haber traspasado el umbral de un mundo del que apenas teníamos noticia. Situada en el borde del cerro, la construcción enterrada parece asomarse a tramos para tomar aire y luz, en plena comunión con el paisaje.

No parece sino que la bodega hubiera estado allí desde siempre y que ha sido la erosión provocada por los siglos quien ha hecho aparecer el edificio, que trae en su regazo siete millones de botellas del mejor rioja. No en vano se trata de lo mejor del turismo vitivinícola, certificado a nivel mundial.

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