Ni frío ni calor para el empleo
Por cuarto año consecutivo ha dispuesto el Gobierno que la prioridad estelar en las cuentas del Estado para 2004 sea el déficit cero, aunque más apropiado sería hablar de equilibrio presupuestario, porque déficit volverá a haber y de nuevo se echará mano del superávit de la Seguridad Social para enjuagarlo.
Una Seguridad Social que por cierto nunca ha estado en quiebra, como se ha afirmado de forma tan abusiva desde el Gobierno hasta bloquear el consenso en la Comisión parlamentaria del Pacto de Toledo, por negarse a restituir la verdad en el preámbulo de su último dictamen. Y la verdad es que desde 1993 se viene empleando un artificio contable para imputarle a la Seguridad Social una deuda con el Estado, cuando en realidad era éste quien eludía computar en su debe el pago del 60% del gasto sanitario y del complemento de mínimos para las pensiones más bajas, sufragados con las cotizaciones sociales en lugar de asumirlos con cargo a los Presupuestos.
Los Gobiernos del PP no sólo se han negado a clarificar el enredo financiero sino que lo aprovecharon para cuadrar los Presupuestos estatales y ahora aplazan diez años más la liquidación de la kafkiana deuda de la Seguridad Social en lugar de condonarla de una vez como justamente han solicitado sindicatos y patronal.
Sin embargo, el alarde de ingeniería contable contrasta con el conservadurismo de la política presupuestaria frente al déficit más real y preocupante de nuestra economía, la falta de empleo. Con el Presupuesto presentado el martes en las Cortes, el crecimiento del empleo no llegará siquiera a compensar el crecimiento de la población activa durante el próximo año, por lo que el paro subirá.
Según las previsiones gubernamentales se incrementará levemente el desempleo, en 10.000 personas, pero lo hará en un contexto económico internacional de esperanzada recuperación, lo que significa que el Gobierno ha sacrificado la preparación de nuestro aparato productivo para un mejor aprovechamiento del previsible tirón de la demanda externa al exhibicionista equilibrio presupuestario y al electoralismo en seguridad ciudadana e Interior.
Reducir en dos puntos porcentuales del PIB las inversiones en infraestructuras respecto del ejercicio anterior y resignarse a seguir en el furgón de cola europeo del desarrollo tecnológico (pese a un incremento del gasto del 7,3%, más modesto de lo que parece teniendo en cuenta el considerable retraso en este campo), es lastrar cualitativamente el crecimiento español ante el futuro, tanto a corto como a medio y largo plazo.
Las consecuencias para el empleo son también negativas en calidad, puesto que sin estimular la incorporación de mayor valor añadido tecnológico a la producción de bienes y servicios difícilmente mejorará la productividad del trabajo ni se reducirá la excesiva tasa de temporalidad, y en cantidad, porque el modelo de creación de empleo seguido tiende a su rápido agotamiento, más aún ante la ampliación de la UE con nuevos socios que presentan mayores ventajas comparativas en precios y salarios.
La política de empleo no puede seguir circunscrita a la subvención de las empresas, detraída de las cotizaciones sociales de trabajadores y empresarios, que contraten a determinados colectivos laborales. Por insuficiente y por su escasa eficacia. En un estudio de la UGT, tomando como fuentes los datos de la OCDE y el Eurostat, el gasto público en políticas activas de empleo en términos del PIB es de los más bajos de la UE, y España tendría que multiplicar por dos los recursos destinados a ese capítulo para alcanzar el esfuerzo medio europeo teniendo en cuenta la tasa de paro.
Sin embargo, el porcentaje de esos recursos que se destinan a subvencionar a las empresas por contrataciones laborales triplica el dedicado por término medio entre los Quince. Proporcionalmente, subvencionamos más que nadie en Europa, porque casi es lo único que se hace para fomentar el empleo, pero somos los penúltimos en formación continua en las empresas y los antepenúltimos en formar a los desempleados para facilitarles su reinserción al mercado laboral.
El ministro de Hacienda ha respondido a las críticas al Presupuesto y a quien le ha recordado la promesa electoral del PP de bajar la tasa de paro a la media europea en el 2004, diciendo que los países sin déficit público son los que más empleo crean. Pero de acuerdo con sus propias previsiones, ese cuento dejará al empleo igual que quienes no tienen ni frío ni calor en el chiste malo sobre los cero grados de temperatura ambiental. Y el problema del paro en España no está para bromas.