Un supuesto táctico del PSOE
Con anticipación a la presentación en el Congreso de los Diputados, en la tradicional escena del 30 de septiembre cuando aparece el ministro de Hacienda junto a la camioneta que traslada los mamotretos del proyecto de Ley de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) desde su departamento, el Partido Socialista ha lanzado su propuesta para esos mismos presupuestos correspondientes al año 2004.
Lo primero que debe destacarse de semejante propuesta es que se trata de una novedad, porque hasta ahora las posiciones de los grupos parlamentarios de oposición se habían conocido siempre en forma de enmiendas a la totalidad y de enmiendas parciales, redactadas a partir del proyecto del Gobierno, sólo tramitadas cuando no supusieran incremento global del gasto fijado.
En seguida, con el desparpajo descalificador que le caracteriza, el vicepresidente primero y ministro de Economía, Rodrigo Rato, ha apartado de sí ese cáliz declarando que lleva ocho años al frente de la economía española sin conocer propuesta alternativa alguna del Partido Socialista.
Pero ya se sabe que el Gobierno donde ha brillado más ha sido en su papel de oposición a la oposición y que nunca ha renunciado a su aniquilamiento, incapaz de asumir que en democracia la oposición tiene un papel irreemplazable y que sin una oposición respetada, capaz de disputarle de modo verosímil el poder, se produce una situación que degenera de modo inevitable.
Así que después de ocho años de gobierno, los últimos de los cuales con mayoría absoluta, el PP debería haber advertido que una de sus tareas básicas es la de cuidar e incluso prestigiar a las fuerzas de oposición como contradictores necesarios para el equilibrio del sistema.
Asfixiar a la oposición y bloquear su acceso a los medios de comunicación públicos, de modo que en la práctica sean incapaces de superar la barrera del sonido o del silencio y la tergiversación, es apostar por que la oposición se instale en la desesperanza y termine proclamando el 'todo vale', el cuanto peor mejor, con los destrozos sociales subsiguientes que tan bien tuvimos oportunidad de conocer durante el trienio 1993-1996 por iniciativa del PP que seguía fuera del poder.
De ahí que, aunque sólo fuera para romper ese bloqueo llevado en estos últimos tiempos hasta la exasperación y el aturdimiento gracias a la orquesta mediática gubernamental y a los palmeros satisfechos del PP, sería imprescindible ocuparse de la propuesta socialista ahora adelantada a los PGE. Tiempo habrá de analizar la enmienda de totalidad y las enmiendas parciales cuya redacción surgirá cuando dentro de unos días se inicie la tramitación parlamentaria de los PGE.
En estas páginas de Cinco Días ya se ha descrito el contenido de la propuesta que aquí se da por reproducida. Por eso sólo trataré de reflejar algunas impresiones de un observador no especializado. La introducción es una confesión de impotencia a la que se añade el elogio de lo que considera un ejercicio obligado para el Partido Socialista, afanado en representar la alternativa al actual Gobierno. No pasa de ser un supuesto táctico. Luego pondera las dificultades que representan la escasa información disponible sobre la ejecución del presupuesto del año en curso y la ocultación y manipulación estadística, en especial por lo que se refiere a las cuentas públicas, un fenómeno insólito que desdice de la posición que nuestro país se atribuye y de la transparencia que debe ofrecerse a todos.
La propuesta socialista parece haber incorporado la doctrina gubernamental de Montoro, según el cual la economía española ha dejado de estar sometida a los ciclos para instalarse al abrigo de esas vicisitudes en la senda del crecimiento indefinido como resultado de los deberes cumplidos.
Pero los socialistas siguen sin aceptar el segundo principio de la termodinámica particular del PP, a tenor del cual toda nueva disminución de impuestos lleva consigo un proporcional aumento de la recaudación fiscal. Los socialistas se atreven incluso a sostener que desde 1996 el Gobierno ha aumentado la presión fiscal en torno a dos puntos del PIB, pero tendrán que esforzarse mucho para modificar la percepción de un público enardecido por la reducción aparente de los impuestos más visibles, es decir del IRPF.
El PSOE hace aclaraciones lúcidas acerca de la burbuja inmobiliaria, críticas muy atinadas sobre el descenso de la productividad, el retroceso de las inversiones públicas y el abandono del capítulo de I+D, además de valiosas propuestas sobre la reorientación del gasto. Pero el éxito del debate parlamentario del PGE lo obtuvo José Luis Rodríguez Zapatero cuando supo conectar con las preocupaciones de la gente en un lenguaje entendible. Veremos.