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La Atalaya

Objetivo: la Casa Blanca

Hasta hace tres semanas, nueve candidatos competían por la nominación demócrata para las elecciones presidenciales de 2004. La tardía incorporación del general retirado y ex comandante general de la OTAN, Wesley Clark, ha aumentado a 10 el número de aspirantes a disputar la Casa Blanca a George Bush. De ellos, sólo cinco -los senadores John Kerry y Joe Lieberman; el veterano congresista Richard Gephart; el ex gobernador de Vermont, Howard Dean, y el propio Clark- tienen posibilidades de llegar políticamente vivos a la convención del próximo verano, que si se celebrara hoy se limitaría a votar entre Dean y Clark; personificación de la protesta contra el sistema, el primero, y de una línea moderada socialdemócrata, el segundo.

De ser casi un desconocido cuando anunció su candidatura, Dean se ha convertido en pocos meses en el ídolo de la juventud demócrata y de la intelectualidad liberal del partido, que adoran sus ataques agresivos a todo lo que representa la política de Bush, sea Irak, el déficit galopante o los recortes fiscales. Eso le ha permitido ponerse a la cabeza de sus oponentes en Iowa y New Hampshire, los dos Estados que inauguran en enero la temporada de primarias. Pero ese radicalismo también le ha generado la oposición frontal del establishment del partido, que recuerda las clamorosas derrotas sufridas las dos últimas veces que concurrieron a las presidenciales con candidatos ligeramente desviados hacia la izquierda, George McGovern (en 1972) y Walter Mondale (en 1984), masacrados electoralmente por Nixon y Reagan. Ese establishment piensa que sólo un candidato moderado, con credenciales militares intachables que inspiren confianza a un electorado obsesionado por la amenaza terrorista, tiene posibilidades de batir a un Bush que, aunque vulnerable, aún cuenta con el apoyo del 50% de la población. Hasta hace un mes ese candidato era Kerry por su brillante historial militar en Vietnam, pero ahora es Clark. Las cosas pueden cambiar porque en política, como decía Harold Wilson, 'una semana es mucho tiempo'. Pero, a día de hoy, el comité nacional del partido y organizaciones tan influyentes como el Consejo para el Liderazgo Demócrata apuestan abiertamente por la nominación del general retirado, que goza, además, de las bendiciones privadas de los máximos iconos demócratas, el matrimonio Clinton, y el derrotado Al Gore.

Clark aporta otra ventaja: su radicación sureña. Aunque nacido en Chicago, el general ha pasado toda su vida en Arkansas -el Estado natal de Bill Clinton- adonde llegó con cuatro años y donde es considerado por todos como un sureño más. Los estrategas piensan que el liberalismo de Dean choca con el tradicional conservadurismo del sur, sin cuyos votos es imposible alcanzar la Casa Blanca. Y recuerdan que los dos últimos presidentes demócratas, Jimmy Carter y Bill Clinton, procedían precisamente de ahí. Clark tiene el inconveniente de una experiencia política nula y de que nunca ha concurrido a una elección. Otro general, Dwight Eisenhower, ganó la presidencia en 1952 sin experiencia política previa, pero acababa de ganar la II Guerra Mundial y su prestigio le inmunizaba contra cualquier ataque partidista, bula que no tendrá Clark en esta campaña. Y aquí puede saltar la sorpresa. Si Clark llega desgastado a la convención y el apoyo inicial de las bases a Dean amenaza con desbordarse, apuesten ustedes por un candidato de última hora en la persona de Hillary Rodham Clinton.

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