Evitar los discos rayados
La crisis que atraviesa la industria discográfica se manifiesta de forma reveladora en los datos. Tanto los ingresos como las unidades de CD vendidas han iniciado una tendencia descendente sin visos de cambiar de signo. En el último ejercicio, las ventas en todo el mundo cayeron desde 34.500 millones de dólares hasta 32.200 millones (-6,6%) y el número de unidades bajó un 5%, hasta 2.250 millones, según la asociación internacional de la industria IFPI. Nunca se había encontrado el sector en una situación semejante. Los sistemas electrónicos de reproducción se han extendido por todo el planeta, Internet ha llevado la música en disco a los lugares más remotos, los artistas son reconocidos y sus trabajos seguidos en una verdadera aldea global como nunca antes. Sin embargo, el negocio se reduce, y la industria del disco, en CD o DVD, se tambalea.
La historia empresarial es pródiga en sectores a los que los avances tecnológicos han obligado a evolucionar para no desaparecer. Un ejemplo cercano es el tren. La alta velocidad ha revivido un modo de transporte que parecía condenado a una lánguida supervivencia de esquemas decimonónicos. La industria discográfica tiene que buscar también otras maneras de hacer negocio en un entorno transformado radicalmente por las nuevas tecnologías. Lo que no tiene sentido es afrontar el problema exclusivamente por la vía judicial, mediante demandas contra los usuarios, que llegan al despropósito de pedir a las telefónicas -como ha hecho la asociación de la industria discográfica estadounidense, RIAA- los nombres de usuarios que, en función de su uso de Internet, sean sospechosos de bajar ficheros de música. Tal desatino, apoyado por un juez, ha llegado por ejemplo a un acuerdo extrajudicial con una niña de 12 años, que deberá pagar a la industria 2.000 dólares. No es la mejor imagen para un sector orientado al gran público. Como un disco rayado, la industria pide e impulsa leyes y normas para perseguir las descargas de Internet y para evitar las copias digitales de los discos -como esos sistemas de supuesta seguridad que dificultan la copia privada, que es legal y, sin embargo, no impiden el top manta-. No todo el mundo opina igual (ver, por ejemplo, la columna de José Antonio Suárez en esta misma página). Pero mientras se averigua si son galgos o podencos, los avances tecnológicos siguen y seguirán burlando las barreras de forma inexorable.
Universal ha tomado una iniciativa atrevida. La empresa de Vivendi ha rebajado un 32% el precio de sus CD en EE UU. Es cuestión de tiempo que la competencia le siga y se apliquen en todo el mundo medidas parecidas. Otros han optado por movimientos combinados y se apoyan mutuamente en la batalla, como Time Warner y Sony, que preparan el dual disc, un solo disco que será CD y DVD a la vez. Mientras, gigantes como Apple, Microsoft o la misma Sony tienen o preparan servicios de música en línea. Es con imaginación y nuevas formas de enfocar su negocio como la industria debe afrontar su futuro. No con más policías.