Amigos, enemigos, allegados y malas conciencias
Entre bambalinas no hay buen ambiente. A pesar de que compartan tarea regulatoria, el presidente de la Bolsa de Nueva York, Richard Grasso, no es ni de lejos amigo del presidente del órgano regulador de los mercados (SEC), William Donaldson.
En 1995 Donaldson perdió la presidencia a favor de Grasso, un hombre de la casa de toda la vida, porque no supo ganarse el apoyo de los trabajadores del mercado. Dicen en la Bolsa que entre ellos queda mucho resquemor porque Grasso hizo todo lo que pudo para ganar en 1995 el puesto a Donaldson. Esta semana Donaldson tuvo que responder una pregunta sobre la motivación que le ha llevado a abrir el tarro de las esencias en el NYSE.
'¿Es un asunto personal?', preguntó el reportero. 'No', decía irritado Donaldson.
Pero, si esta posición es personalmente incómoda, no lo es menos la de Carl McCall, uno de los directores del NYSE y desde hace un par de semanas presidente del comité de compensaciones.
Al contrario que Grasso, McCall es un demócrata que ha disputado la gobernación de Nueva York y ha sido el interventor del Estado. Como político ha incidido en la necesidad de regular y racionalizar las compensaciones en las altas esferas de las empresas. McCall intervino la semana pasada en una rueda de prensa en la que se reveló que el presidente renunciaba a otros 48 millones a los que tenía derecho.
McCall ha estado en todos los foros defendiendo el salario de Grasso, pero el viernes The New York Times le citaba diciendo que no tenía una idea clara de lo que el comité aprobaba porque la información que le llegaba era fragmentada. Fue él quien instó a Grasso a que renunciara. Según sus allegados, en ese momento dijo que aquello era indefendible. Su credibilidad, no obstante, se tambalea.