Todas las distracciones del mundo laboral caben en la mensajería instantánea
La mensajería instantánea se ha convertido en una realidad en el trabajo. Y, según un estudio publicado hoy, abre una vía para que los empleados se alejen de la realidad laboral.
A la oficina se va a trabajar y también a practicar el Iming, acto de intercambiar mensajes rápidos con otros usuarios de Internet, que se ha convertido en el pasatiempo más popular.
El sistema, que las grandes empresas han implantado con el fin de que los trabajadores puedan comunicarse de forma rápida y barata, presenta inconvenientes, advierten los expertos. Igual que pasó con el e-mail hace unos años.
Según una firma de seguridad en la web, que ha realizado una encuesta entre 300 compañías de EEUU y Gran Bretaña, los mercados de IM más importantes del mundo, muchos usuarios se sienten ajenos a la mirada de su superior y envían mensajes con total libertad, que van desde crueles comentarios sobre el pelo de un colega a información delicada sobre importantes proyectos corporativos.
"Las empresas realmente no vigilan el IMing", asevera Nigel Hawthorn, director europeo de marketing de Blue Coat Systems. "Si uno está inclinado sobre su ordenador y tecleando, ¿quién va a saber lo que se está escribiendo?", se pregunta. El predominio de los chats personales deja, en su opinión, a las empresas expuestas a filtraciones empresariales e incluso a demandas.
Según una encuesta de Osterman Research revelada el pasado marzo, el 29,3% de los entrevistados utilizaba algún programa de mensajería instantánea en el trabajo, y otro 42% esperaba poder usarlo en el futuro.
Cuestión de control
En Reino Unido, el 65% de los 204 encuestados admitió emplear el IM para cuestiones personales durante sus horas de trabajo. La mitad de los encuestados en ese país confesó utilizar un lenguaje abusivo vía Messenger; mientras uno de cada cuatro admitió que conspira con compañeros durante reuniones o conferencias, y casi una tercera parte experimenta "acercamientos sexuales" en la camuflada ventana al diálogo.
En EEUU, los encuestados hicieron gala de una relación más convencional con su Messenger. Menos de uno de cada cinco en ese país flirtea o emite comentario alguno sobre un jefe, añade el estudio. Pero la contención de los estadounidenses tiene un porqué que remite a la noción de Gran Hermano. Mientras cerca del 60% de los británicos encuestados no cree o no está seguro de que la empresa espíe sus conversaciones, el 71% de los estadounidenses intuye un rastreo.