Un pacto vacío
La nueva redacción del pacto político de las pensiones es un calco de la de 1995, con la particularidad de que éste carece de la sorpresa de aquél: los partidos se ponían por primera vez de acuerdo sobre el futuro de la Seguridad Social. La proximidad de las elecciones (en marzo de 2004 las generales, y antes las de Madrid y Cataluña) ha aconsejado a sus señorías no abrir el melón. Se han limitado a santificar las reformas hechas en los últimos años y a garantizar que se vigilarán las finanzas del sistema público de pensiones. Han perdido una oportunidad. El reconocimiento del envejecimiento de la población en los próximos lustros y de los riesgos que conlleva debería llevar a requerimientos más explícitos sobre la reforma. El eufemismo 'reforzar la contributividad' supone alargar el número de años cotizados para tener derecho a pensión, así como el periodo de seguro para calcular la cuantía de la prestación, sin descartar cambios en la proporción de la renta de pasivo que garantiza la escala de aseguramiento vigente. Los efectos de estos cambios son muy lentos, y no pueden esperar a una crisis financiera del sistema. El pacto está vacío, y ello revela negligencia.