La inflación se viene arriba

El optimismo desatado alrededor del Gobierno, y la esperanza de los agentes económicos y sociales, con el vertiginoso descenso del IPC en los últimos meses tras haber abandonado la escala del 4%, se ha esfumado. En el mes de agosto los precios de los productos y servicios ligados a las vacaciones, los alimentos frescos y los carburantes llevaron la tasa de inflación de nuevo al 3% y disiparon la esperanza de que, por primera vez en muchos años, el Gobierno pudiese cumplir con su previsión clónica de inflación del 2%. El componente volátil de los precios tuvo un comportamiento muy negativo y la inflación subyacente se comportó correctamente, con una pequeña bajada, hasta el 2,8% en tasa interanual. Pero todo indica que la endeblez es la principal característica de la política de control de precios, y en cualquier momento la tendencia de moderación puede quebrarse.

Una vez más, los amigos de los precios altos han vuelto a aprovechar la presión de la demanda para estirar sus márgenes. El sector turístico es el mejor ejemplo de cómo no se lucha contra la inflación. Los viajes organizados suben un 9,1% y los hoteles, un 12%. Las reiteradas llamadas de atención del Gobierno, con amenaza incluso de castigos impositivos, no han servido de nada para un sector que aprovecha la ebullición de la demanda como justificante de sus tarifas. El Gobierno tiene que repensar qué hacer con aquellas aristas inflacionistas que dependen de sus decisiones directas y que ha retrasado sine die y sin justificación.