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Futuro
Columna
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Juegos de suma cero

Los fondos garantizados son los protagonistas del otoño. Alfonso Gil explica en qué consisten estos productos, que define como juegos de suma cero y recuerda que nadie da duros a cuatro pesetas Cancún acoge la cumbre de la Organización Mundial del Comercio, con la liberalización de la agricultura en la agenda. En España se conocerá la evolución de los precios en agosto

La oferta de productos de inversión es un buen indicador del sentimiento del inversor. En España, analizando el destino de las inversiones en los últimos años, la conclusión es conocida: depósitos, fondos de dinero y productos garantizados acaparan cualquier movimiento de efectivo, fruto de la animadversión del particular hacia los activos con riesgo, tras la crisis bursátil por todos padecida.

Pero el objeto del presente artículo no es echar la vista atrás, vicio común de nosotros los economistas, sino analizar el producto estrella de los últimos tiempos que durante este cuarto trimestre, sin duda, seguirá llenando los escaparates y los folletos de las entidades: los fondos garantizados.

Los productos garantizados no son malos, vaya eso por delante, pero siempre tienen truco. Por eso no son todos iguales y adquiere especial importancia conocer, y entender, todas y cada una de las características para analizar la idoneidad y la ponderación adecuada en nuestra cartera.

Como adelanto en el título, estos productos son juegos de suma cero en los que todas las piezas encajan: donde unas suman otras restan, donde aquí te doy allí te quito, lo que te adelanto te lo cobro, lo que te juegas en forma de potencial no lo garantizo. Nadie da duros a cuatro pesetas.

Los fondos garantizados de renta variable, estrellas del otoño que asoma (dato positivo, ya que indica la vuelta prudente del inversor a unos mercados hasta hace poco denostados), encierran un mecanismo preciso que permite estrategias de marketing atractivas y que esbozaré con el ánimo de asentar términos y arrojar luz a la toma de decisiones.

Básicamente, un fondo de esta naturaleza invierte entre el 85% y el 95% de su patrimonio en renta fija (con la que consigue garantizar el capital inicial) y el resto en warrants u opciones a través del cual se ofrece la rentabilidad añadida (normalmente en forma de revalorización media), referenciada a un índice bursátil o a fondos internacionales, acciones o divisas. Estas estructuras han evolucionado considerablemente, desarrollándose de forma paralela a los mercados, con el objetivo de optimizar las nuevas condiciones (control de volatilidades, correlaciones inversas en cestas de valores, etc.).

Las claves, en términos generales, son dos: la llamada revalorización media y el porcentaje de capital garantizado. La revalorización media durante un periodo de tiempo (de una cesta de acciones, de un índice, etc.) hace referencia al valor medio en ese periodo, no al real. Es obvio, pero no por ello en muchos casos contemplado. Si a esto le unimos que, por lo general, se ofrece un porcentaje de esa revalorización media, que nadie se sorprenda al obtener, en el mejor de los casos, alrededor de una cuarta parte de la revalorización real de nuestra referencia. Otra alternativa suele ser no garantizar la totalidad del capital invertido, sino entre un 90% y un 95%, así se puede optar a la totalidad de la revalorización media; eso sí, a cambio de asumir el riesgo de que, en el peor de los casos, perdamos una pequeña parte de nuestra inversión.

Teniendo claros estos conceptos, tendremos el criterio suficiente para elegir el fondo que creemos tiene mejor referente, el que ofrece un mayor porcentaje de revalorización, el que a cambio de un nivel de riesgo cuantificado nos ofrece un potencial mayor, el que ofrece oportunidades de reembolsar a plazos cortos. Conocer las reglas, y no olvidarlas, es requisito indispensable para entrar en el juego.

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