Alguien se está equivocando

Es anormal, poco frecuente, que los diferentes mercados cotizados, sean financieros o de materias primas, caminen por la misma senda y en la misma dirección. Lo que se observa desde siempre es que los caminos y las orientaciones son diferentes. A veces, es más, se producen fenómenos propios de vasos comunicantes. Por eso, alguien se está equivocando. Desde hace unas semanas todos los mercados van al mismo compás.

El petróleo no se apea de los 30 dólares por barril; el oro alcanza los niveles máximos de los últimos tres años, con la onza por encima de los 370 dólares; el precio de los bonos vuelve a mínimos del año, que es lo mismo que decir que los tipos a largo plazo vuelven a situarse en los niveles más altos del ejercicio. Lo mismo sucede con los índices de las Bolsas.

Los manuales cuentan que cuando los tipos al alza se enrabietan las Bolsas sufren y que cuando el oro alcanza niveles de vértigo es porque el entorno geopolítico y económico no muestra, precisamente, su cara más amable. Que el precio del petróleo siga en el limbo con una situación económica en la zona euro que deja mucho que desear es, asimismo, algo que no favorece las expectativas.

En momentos como los actuales, caracterizados por volúmenes de negocio muy bajos; ausencia de inversores finales y posiciones puramente técnicas, dominadas por los expertos en arbitraje entre los diferentes mercados, la escenificación de lo que acontece de puertas adentro es algo así como el juego de la soga, ese tira y afloja, con una línea imperceptible cuya superación, eso sí, concede el premio o la derrota a los participantes.

Hay quienes consideran que en las últimas semanas las Bolsas han dibujado una línea divisoria intangible que puede anunciar nuevos episodios de volatilidad después de la calma chicha de los últimos meses. El negocio será la clave que decida quién gana la partida.