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Columna
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Salir del avispero

El diseño estratégico elaborado por la Administración norteamericana para organizar y justificar la guerra de Irak hace aguas por todas partes. El sentimiento generalizado que fue una guerra montada sobre la gran mentira del riesgo inminente de una utilización de arsenales de armas de destrucción masiva que no existían y que no aparecen es ya parte de nuestra reciente historia. Una vez más se ha justificado una guerra sobre pruebas y argumentos falsos. No es la primera vez que esto ocurre.

Es cierto que lo único que ha quedado claro es que EE UU dispone de una colosal maquinaria de guerra y, al menos, el Partido Republicano esta dispuesto a utilizarla sin complejos bajo el nuevo principio de la guerra preventiva. Es cierto que se ha inaugurado una nueva forma de guerra basada en la inteligencia de los sistemas de armas capaces de destruir a cualquier adversario en muy poco tiempo. Por último, es cierto también que todo esto cuesta carísimo, casi 4.000 millones de dólares al mes.

Lo grave de la situación es que el resto del diseño estratégico, aquel de naturaleza política y geoestratégica, no parece que el trío de las Azores sea capaz de imponerlo. Conviene recordar que la pretensión de los organizadores de la guerra era ocupar el territorio iraquí; las tropas anglonorteamericanas serían recibidas como tropas de liberación; en un periodo corto se establecería un Gobierno democrático surgido de unas elecciones libres; un Irak libre y democrático produciría un natural e irreversible contagio en sus vecinos árabes; unos países árabes democráticos y pro occidentales procurarían relaciones estables y seguras con Israel; asegurada la preeminencia militar y económica de Israel en la región, el Estado de Israel podría aceptar con mayor facilidad la creación de un verdadero Estado palestino, en lugar del batustán que se pretende en estos momentos.

Resuelto el problema político interno de Irak y remodelada así la región de Oriente Próximo, se conseguiría además otro gran objetivo económico: estabilizar también el mercado energético y asegurar un nuevo reparto estratégico de las reservas de petróleo. Todo en beneficio, claro está, de la libertad y de la democracia en el mundo. Ya sabemos que los vencedores de las guerras siempre actúan por fines nobles y si existiera alguno innoble da igual porque también sabemos que los vencedores de las guerras tienen siempre la pretensión de escribir ellos mismos la historia.

Me parece que estamos en ese preciso momento donde los vencedores de la guerra están intentando reescribir la historia de la guerra de Irak, pero no están teniendo la suerte de los campeones. Al contrario, a medida que pasa el tiempo la situación interna se complica y la pretendida remodelación de la región, según el diseño norteamericano, está poniendo de manifiesto que es una tarea muy difícil, si no imposible, de conseguir por la vía de la ocupación militar.

Poco a poco se está abriendo paso en el plano internacional la necesidad que la reconstrucción de Irak se sitúe bajo el liderazgo de Naciones Unidas. Sabemos que tanto el Pentágono como la propia Casa Blanca rechazan de plano esta posibilidad.

Sabemos que el Departamento de Estado está intentando abrir vías de diálogo con algunos países islámicos o de fuerte componente musulmán para rehacer la presencia militar de los vencedores que no son otra cosa que auténticas fuerzas de ocupación, según las propias Naciones Unidas. Sabemos que Reino Unido es firme partidario de esta salida por razones políticas y económicas. Sabemos que nuestro Gobierno ha optado por sostener las tesis del sector mas reaccionario y ultraconservador de la Administración norteamericana.

El coste humano y económico de la ocupación militar de Irak esta empezando a ser una muy pesada carga, especialmente paro EE UU. Todos conocemos la enorme capacidad correctora de la opinión pública norteamericana. El goteo incesante de muertos entre sus tropas y la incapacidad para controlar aquel país y hacerlo funcionar serán sin duda argumentos en una larga campaña electoral que comienza en el próximo mes de noviembre.

Entretanto, la vinculación que se pretendió establecer entre la guerra de Irak y el proceso de paz entre judíos y palestinos se esta revelando un error. La región de Oriente Próximo es hoy un avispero generalizado. El sentido común debe llevarnos a todos a buscar la única vía posible para salir del mismo: retornar a la legalidad internacional.

Aunque no le guste al Gobierno del presidente Aznar, conviene 'cambiar la cadena de mando'.

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