El verano no existe en los mercados
El auge y desarrollo imparables de la tecnología ha acelerado el proceso de globalización de los mercados y permitido la operativa al instante durante las 24 horas del día. Por eso extraña que en la actualidad se aluda al verano, a las vacaciones, como excusa sobre la que descargar algunos males de las Bolsas.
Achacar a las vacaciones de verano la caída progresiva de los volúmenes de negocio es algo que exaspera a los profesionales, porque ahora se puede comprar y vender desde cualquier punto del planeta. Que se sepa, las Bolsas nunca cierran sus puertas en verano ¿Por qué no considerar que las caídas del volumen de negocio de las últimas semanas obedecen al recelo de los participantes en el mercado sobre las últimas subidas?
El cansancio de los valores líderes se manifestó a mediados de la semana y alcanzó su máxima expresión en el último tramo del viernes en Wall Street, justo cuando el S&P 500 volvió a darse de bruces con el nivel de los 1.010 puntos. Allí, como aquí, los grandes valores del mercado necesitan más y mejores estímulos para escalar nuevas posiciones.
Los mercados no entienden, por tanto de vacaciones ni sortean de manera inteligentes las diferentes estaciones del año. Hay estudios suficientes que demuestran la desvinculación total de las Bolsas respecto a las épocas del año. ¿Quién dijo que las Bolsas subían en verano? Lo más recurrente, eso sí, es el miedo a octubre, porque han coincidido dos terremotos bursátiles en ese mes durante los últimos cien años.
Pese a estar demostrado que en la actualidad comprar y vender acciones es una tarea fácil y deslocalizada, hay empeños en resaltar las condiciones del verano para justificar actuaciones de avestruz. Esconder la cabeza debajo de la arena para no ver al enemigo puede resultar letal. El enemigo está en la sobrevaloración alcanzada por un buen puñado de valores.