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Tribuna
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Muéstrese vulnerable, tendrá éxito

Para muchos, David Bisbal es un gran profesional: canta y baila bien, sonríe siempre, es muy disciplinado y ha salido airoso de todos los retos que su repentina entrada en el show business le ha deparado hasta la fecha.

Sin embargo, quedó en el segundo lugar en la primera edición del programa Operación Triunfo, el gran éxito de audiencia de la temporada televisiva de los últimos dos años. Bisbal quedó detrás de Rosa, que también canta de maravilla, pero muestra más flancos débiles que su rival.

La exposición cruda y sin ambages de su vulnerabilidad y fragilidad de carácter (olvidar las letras en plena actuación, llorar en público, mostrar desaliento ante sus dificultades para perder peso) le granjearon la simpatía de una abrumadora mayoría del público y el triunfo incontestable en el programa de televisión, con lo que consiguió una larga lista de actuaciones por todo el país, con un caché muy por encima del asignado a artistas ya consagrados.

La vulnerabilidad, explica el sentimiento actual de fragilidad existencial que invade a la mayoría de los individuos. De hecho, en relativamente poco tiempo hemos pasado de un periodo continuado de bienestar (los prodigiosos años noventa) a momentos como los actuales en los que las malas noticias económicas, empresariales, políticas, ecológicas y sociales inundan los medios de comunicación.

En todos los frentes surgen noticias desalentadoras: Las cifras de la delincuencia aumentan tanto en cantidad como en intensidad y la violencia parece no tener límites, los accidentes trágicos se producen y tienen importancia tanto en lo real como en lo simbólico: al accidente del Concorde, el hundimiento del submarino Kursk, las inundaciones por lluvias torrenciales en Alemania, el desastre ecológico del Prestige.

Avances científicos como el desciframiento del genoma humano hacen surgir el temor al uso indebido de la ingeniería genética para someter al ser humano. La economía mundial entra en crisis y las Bolsas se desploman, reduciendo de forma drástica la riqueza de miles de pequeños inversores. La guerra de Irak se desata con la oposición de la mayoría de la opinión pública mundial.

Pero mucho antes de todo esto, los atentados del 11 de septiembre habían señalado de forma cruda el fin de una época y amplificaron la idea de que la sociedad debe considerarse como un caos y una jungla. Aquello de que 'eso sólo le pasa a los demás' ya no se lo cree nadie y los individuos se muestran precavidos en cualquier aspecto de su vida.

Por eso, mostrarse invulnerable y perfecto es un error, es ser falaz, es mentir a uno mismo y a los demás y, además, es considerado un síntoma de prepotencia. Al contrario, de lo que se trata ahora es de no esconder la vulnerabilidad, porque así somos más auténticos y de hecho, esto es hoy la parte esencial del espectáculo.

Y esto se traslada a los medios de diferentes maneras. En la televisión triunfan programas como Gran Hermano, en los que los concursantes desvelan sus miedos, manías y debilidades o como Tómbola o Salsa rosa, en los que famosos y no tan famosos nos cuentan sus peripecias vitales y exponen de forma tumultuosa sus intimidades, o como Hay una carta para ti, en los que personas desconocidas que han cesado su relación cuentan con sinceridad sus problemas y entran en contacto para tratar de reconciliarse.

Los grandes eventos de sociedad ya no interesan y las estrellas y los famosos han dejado de ser ídolos inaccesibles.

Al contrario, son personas como las demás, con problemas cotidianos y fragilidades que explotan en los medios como un argumento de marketing de sí mismos: los divorcios, las depresiones nerviosas..., son ocasiones de comunicar, de aparecer vulnerables y profundamente humanos.

En suma, seremos percibidos como más verdaderos y auténticos cuanto más vulnerables seamos.

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