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Lealtad, 1

Es mejor seguir en el anonimato

Las Bolsas han sido protagonistas dramáticas de los veranos recientes. Unas veces por la imposibilidad de Rusia de hacer frente a sus deudas internacionales; otras, por los escándalos contables en Estados Unidos y, un poco más lejos, por las incertidumbres sobre los movimientos de los tipos de interés. Si alargamos la estadística, algo de lo que muy pocos se acuerdan, vemos que los veranos han sido plácidos, sin alharacas.

Este verano, ahora con los días más cortos, ha hecho honor al estado meteorológico y ha acaparado primeras páginas de los medios de comunicación de manera ininterrumpida.

La ola de calor ha sido la gran protagonista. Comenzó temprana, con el inicio de junio, y se ha mantenido cicatera. El registro histórico se encuentra, según los expertos, en la continuidad del proceso y no en la consecución de temperaturas máximas.

La Bolsa ha sesteado, como corresponde a la época del año, ajena a las primeras páginas y a las aperturas de los informativos radiofónicos o televisivos. Ha dormitado en un suave movimiento lateral que ha aburrido a propios y extraños. Algún sabio dice que la Bolsa ha aguantado chaparrones y vendavales económicos desafortunados en este verano que se va, porque no ha saltado a la palestra informativa. Ha estado en un plano más allá de la discreción.

En los últimos tres días las cosas se han desmelenado, aunque sin mucho convencimiento, justo cuando se produce el apagón en Norteamérica y los telediarios abren, el viernes, con la imagen del alcalde de Nueva York tocando la campana que da comienzo a la sesión en Wall Street, que aquí no ha pasado nada, todo funciona.

Las Bolsas se encandilan, unas veces por patriotismo, otras por contagio, y alcanzan los mejores registros del año. Vuelven a ser, así, protagonistas del verano y a despertar sentimientos enfrentados. Quizá han ido demasiado lejos.

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