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Lealtad, 1

Buenas noticias si no hay noticias

Si alguien esperaba que Alan Greenspan le resolviese sus dudas existenciales, posiblemente despertase ayer. Por mucho que las expectativas macroeconómicas hayan mejorado sustancialmente en todos los ámbitos, el presidente de la Reserva Federal no quiso echar las campanas al vuelo por miedo, como ya se ha comentado hasta la saciedad, a provocar un terremoto en los tipos de interés.

Surge, así, una nueva pregunta. ¿Es esta necesaria cautela un signo en sí mismo de debilidad económica? En otras palabras, algunos inversores con sentido común se preguntan si estas zarandajas serían necesarias en caso de que la economía, realmente, estuviese encarrilada. Si es normal que el banco central de un país se dedique a mimar a los mercados financieros en una situación como la actual.

La lógica dice que no, que la tarea de Greenspan debería ser analizar la economía y prevenir desequilibrios. También le pagan por no distorsionar los mercados, evidentemente, dado el papel que éstos juegan en una economía cada vez más financiera y menos real. La recuperación es, todavía, una promesa, y por eso los tipos de interés están en su nivel más bajo desde 1958.

El mensaje de ayer fue positivo, aunque no más de lo que esperaba el mercado a juzgar por la reacción de las Bolsas y los bonos. Se echaron de menos referencias al gasto de las empresas, un factor de la economía que apenas ha dado señales de reactivación y sin el que una recuperación sostenida de la economía es una bicoca. La promesa de tipos bajos durante un tiempo es buena para la Bolsa y cortará las alas a la caída de los bonos.

Por lo demás, el discurso estuvo en línea con lo esperado y probablemente fuesen pocos los operadores que, estando de vacaciones, recibieron llamadas al teléfono móvil. Suponiendo, claro está, que la apatía bursátil no les hubiese llevado a apagarlo.

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