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Ibex 35

La falta de actividad y el fantasma del paro en EE UU enfrían el mercado

Durante la época de la burbuja los datos de paro eran seguidos con atención desde las mesas de análisis. Sobre ellas, algunos señalaban que, cuanta menos gente trabajase, sería mejor, porque el aumento del paro hacía menos verosímil una subida de los tipos de interés. Este tipo de argumentos contradicen no sólo la teoría económica, sino el sentido común, pues uno no consigue entender por qué Telefónica vale más cuanto más larga sea la cola del Inem.

Pero ocurría que los mercados, en su comportamiento tribal y maniqueo, daban la razón a este tipo de aseveraciones, lo que convertía al supuesto analista en un buen observador, no de la realidad económica, sino de la psicología colectiva de los mercados, que es lo que mueve precios a corto plazo.

Ahora el mercado hace de policía compasivo. No le gusta el desempleo y prefiere que la gente trabaje de la mañana a la noche para llenar tanto su buche como el de su familia. Por el contrario, los despidos se ven como una amenaza que puede cortar una recuperación económica de la que, de momento, no se tienen todavía noticias y que, por otra parte, suena a chiste de mal gusto a los nueve millones de desempleados de Estados Unidos.

El aumento de los despidos en EE UU conocido el martes o el desempleo de julio, que se publicó el pasado viernes, han enfriado los ánimos de un mercado que, en todo caso, ya daba señales de agotamiento. Si necesitaba una excusa para perder pulso, la ha podido encontrar en la flojera del mercado laboral.

Las señales que emite la economía estadounidense son positivas. Mejores que en otros amagos de recuperación. Pero en el mercado cunde la sensación de que no hay margen de maniobra para otro intento de recuperación fallido. Ni la Fed puede bajar mucho los tipos de interés ni el Gobierno puede seguir inyectando dinero en la economía. Los consumidores llevan demasiados trimestres tirando del carro, y el boom de la vivienda no durará eternamente.

No obstante, la baja volatilidad de los principales índices internacionales no refleja un mercado nervioso. Más bien al contrario, los inversores esperan noticias, calmados gracias a las plusvalías obtenidas en la recuperación registrada a partir de mediados de marzo.

La Bolsa está en manos de los profesionales y, contrariamente a lo que se esperaba, el verano está marcado por la estabilidad. Ahora bien, cuando el dinero empiece a moverse de verdad, los índices volverán a caminar a saltos.

La reunión de la Fed apenas cotiza

Pocas veces una reunión de la Reserva Federal ha generado menos expectación que la prevista para el próximo martes. No sólo se trata de que nadie espere movimientos de tipos. En los informes diarios de estrategia apenas se alude al sesgo que tome el discurso de Alan Greenspan como un posible motor de los mercados.Tampoco se trata de que estamos en verano, y bajar tipos el 12 de agosto no es, salvo catástrofe, muy habitual. Alan Greenspan, a fuerza de enviar al mercado mensajes mixtos, ha conseguido que, aunque todos le oigan -qué remedio, ante la avalancha de información al respecto que inunda las pantallas-, nadie le escuche.¿Es esto positivo? Para la salud mental de los bolsistas sí. Para los objetivos de Greenspan puede que también. Sus mensajes han ido dirigidos a pintar de gris las expectativas económicas, de modo que no tenga que bajar tipos (casi no puede) ni echar jarros de agua fría. Probablemente el martes Greenspan contribuya al aburrimiento veraniego con un discurso calcado del de las últimas semanas.

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