La gran farsa de Irak
Mentiras y fiascos. En dos palabras se resume la resaca de la guerra que emprendió EE UU, apoyado por Reino Unido y España, contra Irak, y que George Bush dio por oficialmente acabada hace poco más de dos meses. Desde el punto de vista militar, la situación se está convirtiendo en una guerra de guerrillas, con muertes a diario entre las tropas estadounidenses, a las que, por cierto, se acaban de incorporar un total de 1.300 soldados españoles.
Desde el punto de vista político, las falsedades sobre la existencia de armas de destrucción masiva en poder de Sadam Husein pueden convertirse en la tumba electoral del propio Bush y han colocado al borde del abismo a Tony Blair. Mientras tanto, en España, el presidente del Gobierno sigue sin dar explicaciones de este espinoso asunto en el Parlamento.
Y en el apartado económico, el panorama no es menos desolador y decepcionante. Los cantos de sirena del Ejecutivo, consistentes en que la reconstrucción de Irak iba a ser un negocio con mayúsculas para las empresas españolas, especialmente para las constructoras, ya no los escucha nadie.
Es más, todos los datos apuntan a que Estados Unidos ha decidido dar largas a los grupos españoles. De hecho, la empresa designada para ordenar la reconstrucción, la consultora Bechtel, ya ha comunicado a las constructoras españolas que su próxima cita será dentro de 500 días, a finales de 2004.
Algo más que un síntoma, sobre todo si se suma al contenido de las condiciones en las que se podrían concretar esos hipotéticos y lejanísimos contratos. De momento, lo que ha trascendido es que las empresas españolas accederían a esos negocios en condición de subcontratistas y con el precio cerrado. Un esquema que las grandes constructoras españolas consideran inaceptable y más cuando de lo que se trata es de trabajar en un país muy alejado y no sólo geográficamente, sino también cultural y técnicamente.
Pero los daños colaterales de la aventura de Irak no se circunscriben al desplome de las expectativas de la consecución de grandes contratos de infraestructuras, sino que ya están afectando negativamente al negocio diario de empresas como Repsol o Cepsa. Los dos grandes grupos petroleros españoles tan sólo han adquirido en Irak dos millones de barriles, uno cada uno, desde que se dio por finalizado oficialmente el conflicto bélico. Por contra, entre septiembre y diciembre del año pasado, Repsol YPF contrató siete millones de barriles procedentes de la zona, mientras Cepsa adquiría un millón de barriles con una periodicidad media de 40 días.
La gran farsa de Irak en todos los terrenos ha vuelto a poner en evidencia al Gobierno español. El Ejecutivo que preside José María Aznar se ha colocado, voluntariamente, en una situación de alto riesgo: está jugando con fuego y vendiendo humo. Una gran farsa, si no fuese por los miles de muertos que se ha cobrado.