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Columna
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El talento de las organizaciones

Aunque el talento es una facultad inherente a la persona, también, como cuerpo colectivo, existen organizaciones talentosas, que presentan mayor talento que otras. Son aquellas que, a igualdad de medios, consiguen superior eficacia en sus fines. El talento de esas organizaciones no es la mera suma del talento individual que contiene. No, es superior.

El talento de organización radica en la forma en la que se estructura, determina, orienta y lidera el trabajo del grupo. Es algo difícil de conseguir, pero fácil de percibir. Pero vayamos por partes.

El talento personal conlleva la adecuada gestión de una serie de aptitudes y actitudes que permiten desarrollar una tarea con especial brillantez a una persona determinada. Al igual que la inteligencia está vinculada al hecho intelectual de elegir adecuadamente entre las mejores alternativas, el talento está directamente asociado con la facultad de hacer. Mientras que la inteligencia es una pura facultad intelectual, el talento es algo más, ya que combina esa capacidad intelectual con actitudes y capacidades físicas. El talento personal nace, pero también hay que hacerlo. El talento de cada persona, además de tener un componente innato, debe desarrollarse con esfuerzo y práctica.

Una organización talentosa sabrá aunar el esfuerzo de las personas que trabajan en ella para conseguir desarrollar con alta eficacia sus tareas

Y el talento de una organización, ¿nace o se hace? Como es evidente, se hace. Y ese talento organizacional no es la simple suma del talento de las personas que la componen. No. Tiene vida propia, y es el resultante de los sistemas y modelos de organización que creemos, así como de la dinámica de grupos que induzcan.

Una organización talentosa sabrá aunar el esfuerzo de las personas que trabajan en ella para conseguir desarrollar con alta eficacia sus fines y tareas. Una organización talentosa funcionará adecuadamente, incluso en el caso de que las personas que la componen no sean especialmente brillantes. Una mala organización estará condenada al fracaso, aunque estuviera compuesta por personas de gran talento.

Las situaciones extremas podríamos figurárnoslas. Una mala organización compuesta por personas sin talento iría con suma rapidez a pique; una organización talentosa, compuesta además por personas de talento, sería un billete seguro para el éxito. La empresa tiene un doble reto. Intentar fichar a personas con talento y, lo que es más importante y difícil, dotarse de organigramas, procedimientos y técnicas de gestión que permitan construir una organización talentosa.

¿Y cómo se consigue una organización con talento? Seamos realistas. Es muy difícil que una organización nazca de una forma totalmente pensada y medida previamente. Normalmente, las organizaciones que hoy conocemos son la evolución, más o menos natural, de las pequeñas organizaciones iniciales, que se fueron haciendo sucesivamente más complejas. Cuando analicemos una organización, deberemos tener en cuenta su historia, para comprender algunas de las aparentes contradicciones de sus organigramas y procedimientos. Pero nunca es tarde para ir introduciendo cambios que permitan incrementar el talento de la organización. Debemos estar siempre abiertos a ellos.

¿Cuáles son los síntomas de la organización con talento? Es capaz de atraer y retener a personas con talento. Consigue extraer el máximo provecho posible del talento individual. Optimiza ese talento individual poniéndolo al servicio de los objetivos comunes. Consigue multiplicar esos talentos individuales al hacerlos trabajar en equipo. No olvidemos que dos personas trabajando adecuadamente en común no son simplemente el doble de eficaces que dos personas trabajando aisladamente, lo son en mucho mayor grado.

Una organización con talento debe tener centros de decisión perfectamente definidos, estar adecuadamente descentralizada, coordinar los diferentes liderazgos de su estructura trabajan al unísono por el fin común, establecer órganos de control y reflexión internos, contrapesar los hiperliderazgos, no concentrar la responsabilidad en una cúpula, sino distribuirla a lo largo de toda la organización, en función de sus competencias. Se concreta en el tipo de liderazgo, en sus organigramas, en su cultura y fines, en su capacidad de adaptación y respuesta a los estímulos cambiantes del entorno, en sus procedimientos internos, en su política de recursos humanos, en los canales internos de información e instrucciones, en sus órganos de decisión y en la relación entre éstos y las plantillas. Y si esto es válido para la empresa, también lo es para cualquier otro tipo de organización, ya sea administrativa, política o social.

¿Y las patologías? Ante una mala organización, las personas de talento individual suelen marcharse. Se produce una selección inversa: la rotación expulsa a los buenos y deja a los malos. Una organización sin talento falla en toda su estructura. Se producen reiteraciones, zonas de conflicto entre departamentos, lagunas sin responsables, decisiones que quedan colgadas o paralizadas porque nadie las asume. Pierde la capacidad de autocrítica. Es incapaz de adaptarse a los cambios del entorno, tiende a repetir sin mudanza los procedimientos y hábitos adquiridos, sin tener iniciativa de cambio y mejora.

Se dice que los recursos humanos serán el principal capital de las empresas del mañana. Sin duda alguna. Pero tendríamos que matizarlo. Sin una organización talentosa, todo ese capital quedaría derrochado. A la vez que nos preocupamos de las personas, tendremos que ocuparnos de la organización, con sus organigramas, procedimientos, reglas, comunicaciones internas, liderazgos y centros de decisión.

Sólo con una organización con talento podremos optimizar los talentos de las personas que la integran.

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