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Cajas

Microcréditos contra la exclusión financiera

Las cajas quieren sacar a la luz su cara más social. Entidades como Caixa Catalunya están impulsando los microcréditos como vía para favorecer el autoempleo y mejorar la inserción social

Obsesionadas con sacar pecho de sus ratios de solvencia, eficiencia y rentabilidad y por convencer de que están a la altura de los bancos como entidades de crédito, las cajas de ahorros se han olvidado durante muchos años de hacer alarde de su cara más social. Ahora que hasta desde el Banco de España se lanzan mensajes para reclamarles que vuelvan a sus orígenes, los responsables de estas entidades fruncen el ceño y recuerdan que nunca los abandonaron. Surgen entonces múltiples ejemplos de servicios financieros ofrecidos por las cajas, alejados de la operativa bancaria habitual, con lo que responden a su vocación de servicio a la sociedad y lucha contra la pobreza y contra la exclusión financiera.

Los microcréditos son uno de esos productos inscritos en el código genético de las cajas. Así lo explica Ángel Fons, presidente de la Fundación Un sol mon, de Caixa Catalunya, entidad pionera en este tipo de actividad, aunque otras cajas como La General de Granada, la BBK o Caixa Galicia realizan o están preparando ya experiencias parecidas.

Los microcréditos son créditos de cuantía y plazos mínimos, pensados para personas de bajos ingresos, emprendedores que no tienen acceso al sistema formal.

La variable de enganche no es el tipo de interés. De hecho, estos suelen ser superiores a los intereses comerciales para cubrir los riesgos y costes superiores de las operaciones. En el caso concreto de Caixa Catalunya se ha optado por un tipo fijo del 6%.

Fons, después de tres años de funcionamiento de esta iniciativa, reconoce que, 'de momento, la actividad sigue siendo deficitaria para la caja, pero esperamos que por lo menos sea sostenible'.

En todo caso, está muy satisfecho de su desarrollo, con 370 créditos ya otorgados que han servido para consolidar 400 empleos individuales y más de 150 gracias a los microcréditos a entidades de inserción laboral. Además, es llamativo el alto índice de supervivencia de los proyectos financiados con estos pequeños préstamos. De hecho, hasta la fecha sólo ha fallado un 1% de los créditos.

Inmigrantes y mujeres son los grandes beneficiarios. El importe medio del crédito es de 8.000 euros y el plazo de amortización de dos o tres años.

Gracias a estos microcréditos, ciudadanos generalmente excluidos de los circuitos financieros normales para acceder a un crédito han podido poner en marcha proyectos con los que garantizarse un empleo, fundamentalmente en el área de servicios, bares, comercios, artesanía, confección, etc.

Así, un ama de casa que trabajaba de peluquera en sus ratos libres cuenta que ha conseguido promover su propia peluquería. Un transportista peruano de materiales de obra y chatarra se ha comprado un camión de segunda mano para facilitar la carga. Tres mujeres se han asociado para hacer una cooperativa de servicios a domicilio. Otra señora argentina ha conseguido financiación para comprar una máquina con la que hace pasta fresca.

Una de las claves del éxito ha sido la red alternativa comercial, a través de 50 ONG, fundaciones de acción social y dispositivos municipales y de inserción laboral, que son los que detectan las necesidades de los emprendedores.

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