Si cantara el gallo rojo
Cuando canta el gallo negro/ es porque se acaba el día./ Si cantara el gallo rojo,/ otro gallo cantaría reza el comienzo de una de esas canciones inolvidables de Chicho Sánchez Ferlosio, que acaba de dejarnos tras una larga enfermedad.
Desde luego, sólo partiendo de la asunción de ese supuesto según el cual si cantara el gallo rojo otro gallo cantaría, sólo inducidos por una representación antagónica y satanizada del adversario político, puede entenderse que hayan barruntado los Bravo, Vázquez, Verdes, Tajadas, Romeros, inmobiliarios, urbanizadores, letrados, constructores, conseguidores, recalificadores y comisionistas varios, peligros tan graves como para movilizarse en tromba e ir asomando la patita por debajo de la puerta de las traiciones de los Tamayo y Sáez. Qué temores no habrán suscitado los cantos del gallo rojo sobre la ley del suelo, los índices de edificabilidad o Caja Madrid, cuando tantos se han sentido movidos a anticiparse mediante iniciativas espontáneas o armonizadas en busca de una respuesta que echara por tierra la llegada de Rafael Simancas a la presidencia de la Comunidad de Madrid.
Decía Javier Pradera de Chicho Sánchez Ferlosio que había sido una de las personas con más encanto personal y mayor inteligencia de cuantas había conocido. Encanto, elegancia de espíritu, inteligencia fuera del utilitarismo, gusto y talento musical y literario, pasión desinteresada por tantas cosas de apariencia inútil y hondo calado. Por eso, el miércoles, alguien muy cercano a Chicho desmentía supuestos empeños de alcance radiofónico que intentaban dar cuenta del limpio proceder de nuestro amigo en términos de mala conciencia, como si anduviera deseoso de hacerse perdonar la condición de hijo de aquel ministro franquista que fue Rafael Sánchez Mazas.
Otro ejemplo pulverizaba habladurías sobre la mala relación entre padre e hijos. Refería cómo con apenas 15 años Chicho sostenía frente a su progenitor irreductible que toda vida vegetal, animal y humana se sostenía con el aliento del sol a través de la fotosíntesis y la función clorofílica. Amaneció el día siguiente en el palacio de Coria y Sánchez Mazas reconocía sin reservas a su interlocutor de la víspera que había estado en lo cierto en su pretensión heliófila.
Pero, volvamos a los gallos negro y rojo. Aparecían otros colores en el caso de los felinos aportado por Deng Shiao Ping del que se apropió en su día el entonces presidente del Gobierno Felipe González: 'Gato negro, gato blanco, que importa si caza ratones'. Parecía una adhesión inesperada al crepúsculo de las ideologías de Gonzalo Fernández de la Mora y además bastante inapropiada porque en la oscuridad el color negro del gato favorece que pase inadvertido y lo hace más eficiente en la tarea de dar caza a los malditos roedores.
Acabamos de ver cómo la sala ha decidido con celeridad la no admisión a trámite de la querella presentada por el PSOE a propósito del caso de los diputados traidores Tamayo y Sáez. Observemos lo sucedido con la presentada contra determinados responsables de Renfe y de la mercantil Desarrollo Urbanístico de Chamartín, adjudicataria de la llamada operación Chamartín.
Tuvo su entrada en el registro correspondiente el 31 de octubre de 2001 y por medio de auto de fecha 14 de noviembre de 2001 del Juzgado de Instrucción nº 19 de los de Madrid, cuyo titular era Pedro Sanz Pastor Ortiz , fue admitida a trámite con el señalamiento del día 3 de diciembre de 2001 para la toma de declaración a los querellados cuyas iniciales son: M. C. R., R. E. M., J. A. V. M., I. F. B., A. A. S., J. C. L., J. de F. B., J. L. M. M. y E. C. J.
Los presuntos delitos imputados en la querella mencionada eran los de prevaricación y malversación, tipificados en los artículos 404 y 434 del Código Penal cometidos a partir de la ampliación del contrato de la concesión inicial ocurrida en 1997 con incumplimiento de los principios de publicidad y libre concurrencia. Una ampliación efectuada a través de un documento secreto denominado De adecuación que supuso pasar de los 600.000 metros cuadrados iniciales a casi 2.000.000 de metros cuadrados. Al llegar aquí salta la sorpresa cuando el propio juez suspende su citada providencia de 30 de noviembre de 2001, tres días antes del señalado para las comparecencias de los querellados con fundamento en un escrito presentado por el último de ellos y del que nunca se dio traslado a los querellantes. Después el mismo juez por auto de 22 de febrero de 2002 decide inadmitir la querella y decretar su archivo. Pero lo mejor es que presentado el recurso de apelación en plazo el 8 de marzo de 2002 se señaló para votación y fallo del mismo la fecha del 10 de enero de 2003 sin que todavía se haya notificado a los querellantes resolución judicial alguna sobre este recurso. O sea, que si cantara el gallo rojo,/ otro gallo cantaría.