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La atalaya

Irán acerca a Europa y EE UU

Lo que Irak separó Irán puede unir. Los desencuentros y las desconfianzas provocadas a ambos lados del Atlántico por el conflicto iraquí han dado paso a una posición común entre Europa y Estados Unidos ante la posibilidad de que Irán aproveche su programa nuclear para la fabricación de armas atómicas. Esta vez no se trata de informes más o menos trucados, procedentes de los servicios de inteligencia británicos y estadounidenses, con el fin de justificar la intervención militar en Irak. Se trata de una denuncia en toda regla de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (OEIA), dirigida por el egipcio Mohamed El Baradei, contra el régimen de los ayatolás de Teherán. Según esta denuncia, avalada por los servicios de información occidentales, Irán no está cumpliendo los protocolos de colaboración firmados con la OEIA y está construyendo instalaciones, como plantas centrifugadoras de uranio y de agua pesada, que poco tienen que ver con un programa de usos civiles de la energía atómica.

Las informaciones sobre estas actividades han provocado, para satisfacción de Washington, una reacción fulminante por parte de la UE, cuyos líderes reunidos en Salónica advirtieron a Irán (y a Corea del Norte) que la comunidad internacional no toleraría la proliferación de armas nucleares y que adoptaría toda clase de medidas, incluido el uso de la fuerza para impedirlo. George Bush fue mucho más explícito al afirmar que EE UU no se quedaría con los brazos cruzados si Irán conseguía fabricar 'un arma nuclear'. Al mismo tiempo, la OEIA pedía a Teherán que aceptase inspecciones por sorpresa de sus instalaciones nucleares, petición rechazada de plano por el Gobierno iraní, sin duda por presión de la teocracia islámica que ejerce el poder real en el país, frente al teórico del presidente Mohamed Jatamí.

Estas serias advertencias se producen cuando Irán se encuentra en plena efervescencia política con un debate sobre el futuro del país, cada vez más enconado entre reformistas y conservadores, que ha saltado a la calle con violentas manifestaciones de estudiantes evocadoras de las que provocaron la caída del sha hace más de dos décadas. Occidente debe resistir la tentación de intervenir bajo cuerda en Irán, un país orgulloso, con miles de años de historia a sus espaldas, y dejar que los acontecimientos sigan su curso. Debe, eso sí, exigir un respeto de los derechos humanos, constantemente violados por los matones del régimen ante cualquier disidencia callejera. Debe, igualmente, presionar diplomáticamente al moderado Jatamí para que cese la cuantiosa ayuda que facilita a los grupos extremistas de Hamás y Hezbolá, que no hace sino entorpecer la ya de por sí complicada búsqueda de una solución al conflicto palestino-israelí.

En Oriente Próximo todos los problemas están relacionados entre sí. La caída de una sola carta por no medir bien la jugada puede derribar todo el castillo de naipes y colocar al mundo en una situación explosiva. La unidad de principios y de política entre la UE y EE UU es vital para la seguridad del mundo. Por eso, la reconciliación sellada el miércoles en Washington tras la celebración de la cumbre bilateral no puede ser más oportuna. Como subrayó el presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, 'cuando Europa y EE UU se unen, ningún problema o enemigo se resisten'. Si no existe esa unión, 'cada problema puede convertirse en una crisis y cada enemigo en un monstruo gigantesco'.

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