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América Latina

El elevado precio del petróleo le da un respiro a Chávez

La persistencia de los elevados precios del crudo, pese a la pronta finalización de la guerra en Irak, no ha podido llegar en mejor momento para la Administración Chávez. Tras la huelga de dos meses, que prácticamente paralizó el país y la petrolera estatal PDVSA a comienzos de año, el deterioro de la situación venezolana parecía inevitable.

Las arcas fiscales estaban vacías y la emisión monetaria necesaria para cubrir la pérdida de ingresos petroleros acercaba el riesgo de hiperinflación.

Sin embargo, el Gobierno logró restablecer con mucha mayor rapidez de la que se esperaba la producción petrolera. Tras despedir a 18.000 trabajadores de PDVSA, entre los que se encontraba gran parte de la plana ejecutiva, la producción recobró, a partir de abril, sus niveles habituales de 3,2 millones de barriles diarios.

Coincidió con ello el mantenimiento de elevados precios del petróleo, situación que permitió equilibrar rápidamente las cuentas públicas.

Paralelamente, a partir de finales de enero, el Gobierno estableció un draconiano control cambiario a través de la creación de un órgano que regula todas las transacciones cambiarias (el Cadivi). El tipo de cambio se fijó en 1.600 bolívares por dólar y supuestamente las divisas se racionarían de acuerdo a una serie de prioridades establecidas.

Este control tenía como objetivo preservar las reservas internacionales, con el fin de asegurar el pago de las obligaciones externas y controlar la galopante inflación. Si bien estos objetivos se han cumplido, ha sido a costa de una implosión de la actividad económica. Desde la instauración de los controles cambiarios, casi no se han vendido dólares.

Desde enero se autorizaron entre 500 y 600 millones de dólares, de los que aparentemente no se han desembolsado más de 40 millones. Esta cifra contrasta con la demanda de dólares de un mes normal, que de acuerdo al Banco Central es de 1.200 millones.

Los controles cambiarios han terminado por asfixiar al sector no petrolero, puesto que resulta imposible acceder a las materias primas importadas indispensables para los procesos productivos. Prueba de ello, la producción industrial de abril se encuentra un 30% por debajo del nivel de noviembre del año anterior.

Las cuentas fiscales también han sentido los efectos de la implosión de la actividad, con una contracción en términos reales del 17% de los ingresos no petroleros en lo que va del año.

Con todo, los elevados precios del crudo y los controles de capitales permitirán cumplir las obligaciones externas de este año, pero la depreciación del crudo que se proyecta para 2004 y el constante deterioro del sector no petrolero imponen fuertes desafíos a medio plazo. Tarde o temprano, el Gobierno deberá permitir una nueva devaluación del bolívar, con el fin de compensar la caída de sus ingresos fiscales.

En un contexto político ya de por sí altamente instable, las presiones inflacionistas generadas por una devaluación traerán consigo una mayor crispación social. En agosto se cumple la mitad del periodo presidencial de Chávez, fecha a partir de la cual la Constitución contempla la celebración de un referéndum revocatorio. Es de esperar que una oposición legitimada para ese entonces vuelva a arremeter contra el presidente. En definitiva, pese al bálsamo que supone el aumento del precio de crudo en el corto plazo, las presiones políticas y económicas a las que se deberá enfrentar Chávez en el medio plazo se mantienen.

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