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Columna
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Beckham y la multipolaridad

Cuando empezaba a escribir estas líneas, tratando, como otros, de considerar lo que puede significar el fichaje de Beckham para la burbuja futbolística de estos lares, la muerte del presidente del Athletic de Bilbao, Javier Uría, ha obligado a dejar en el tintero más de un comentario. Y llena de tristeza el encuentro que el domingo enfrentará a los leones con un club que, de ganar, volverá a cambiar su número de teléfono para recordar que ha vuelto a mejorar su palmarés.

Dejando para más adelante saber si se puede llegar a las competiciones europeas preservando las peculiaridades del equipo del Bocho, que le impiden, en un fútbol globalizado, contratar otras estrellas que no sean las que han nacido en las márgenes de la ría o sus aledaños. Pues aunque se sabe que los de Bilbao, caso de proponérselo, pudieran nacer en cualquier parte, el desaparecido presidente sólo se permitía la licencia de tener un míster que de niño no supiese lo que eran los campos de Lezama.

De ahí que la llegada del Spice, aunque no vaya a tener incidencia directa en si el Real Madrid gana o no una nueva Liga, como ha recordado algo amoscado el siempre susceptible Hierro, puede que sólo sea un signo más del fútbol que se quiere comercializar para estar en consonancia con un mundo unipolar y una sociedad mediática y consumidora de gadgets.

Una sociedad donde el poder imperial se permite tener una potencia militar incontestable para las primeras escaramuzas, aunque luego se constate, con el paso de los meses, que a sus efectivos armados no les es fácil salir de Kabul ni parecen muy capacitados para gestionar la fácil victoria sobre Irak.

Y en el que se seguirán cumpliendo los axiomas de Florentino Pérez, que cada vez que ha dicho que no iba a fichar a alguien lo ha contratado semanas después con la misma precisión que cuando se dice que se va a defender la democracia está a punto de presentarse una multinacional que gestione los recursos del lugar a democratizar.

Aunque en el caso del presidente blanco, este último fichaje lo ha hecho para darle una oportunidad al recién elegido presidente del Barcelona, Joan Laporta, que se las hubiese visto para reunir los caudales con que hacer frente al traspaso. Y le hubieran llegado las primeras broncas de la afición culé cuando el astro inglés hubiese demostrado su flema en el campo mientras echaba cuentas de lo que le reportaría anunciar butifarras y fuets.

Con la llegada de este símbolo de los mercados deportivos, que se han expandido gracias a la interconectividad de las redes que permite vivir la pasión en directo, es comprensible que los analistas se pregunten cómo y con quién jugara Beckham. Mientras el beatífico Del Bosque, que hasta el lunes parece que no le desdirán esas intuiciones que le malician que no seguirá, cree que lo de menos es dónde se colocará en el campo crack tan excepcional.

Ya que sabe, por la excelente gestión que ha hecho de dejar hacer a un vestuario lleno de gentes decisivas, que tener todos los cromos no asegura que no te ridiculice una tarde la Real. Y que por fuerza que se concentre, cosa que no sabe Rumsfeld y menos Bush, no es posible prever cómo acabará un encuentro. Ni asegurar que, tras destellos de tanta estrella mediática o el fulgor de los primeros paseos militares, los campeonatos sean pan comido o en las cercanías de Bagdad se empiecen a elegir los jefes de policía como si fuesen sheriffs de Dakota.

Y mientras en el fútbol todos entienden que el tener los jugadores mejor pagados, o la oportunidad que da hacer rascacielos para permitirlo, no asegura que se vayan a ganar los partidos sin bajarse del autobús como le gustaba a Helenio Herrera, en la confrontación de las naciones lo de la unipolaridad es una verdad tan falible como lo de pensar que las armas de destrucción masiva de Sadam eran un peligro real.

Cuando lo peligroso es que algunos visionarios del Imperio estén urdiendo cómo fabricar armas nucleares de bolsillo, una vez que han convencido a algunos legisladores que tan manejables artefactos no pasan de ser otra cosa que armas convencionales y tan asequibles como una escopeta de caza.

Con lo que cada vez que los asesores del hijo de Bush Padre esgrimen buenas intenciones éstas se vean con la misma credibilidad que los discursos escénicos de Valdano. Que cuando dice que con la llegada del inglés no significa que Guti o Figo tengan que dejar a los galácticos, es obvio que está convocando a los intermediarios. Que suelen tener la misma moral que los que, para justificar las tropelías bélicas de la otra Casa Blanca, tratan de vender que la multipolaridad acabó y que lo más beneficioso es ser los primeros en el vasallaje incondicional. Por lo que siempre es de agradecer que, al menos en esto del fútbol, queden equipillos que puedan recordar que lo de la décima no es tan evidente por más que se dispare el merchandising de perfumes, abalorios y camisetas.

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