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Columna
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Los temores del cemento

Escribe Enrique Clemente en La Voz de Galicia que el cemento temió a los rojos. En su crónica de ayer subraya la fuerza creciente de la teoría según la cual los diputados traidores Tamayo y Sáez habrían sido sobornados por quienes han sentido amenazados sus grandes intereses económicos en el área urbanística. Señala el periodista que la llegada de un Gobierno de izquierda a la Comunidad de Madrid se anunciaba acompañada de rigores y modificaciones en la Ley del Suelo. Añade datos elocuentes, según los cuales el PSOE pretendía reducir a la mitad e IU aún más el coeficiente de edificabilidad adjudicado a la operación Chamartín, el mayor proyecto inmobiliario de España y de toda la Unión Europea (véanse artículos del autor sobre este tema en Cinco Días desde julio de 2001)

Así las cosas, los ciudadanos quieren saber qué hay en el origen de las ausencias de Eduardo Tamayo y de Teresa Sáez, los dos diputados electos en las listas del PSOE encabezada por Rafael Simancas que han creado el fenomenal embrollo en el que nos encontramos. Aceptemos que si las votaciones en la Asamblea Parlamentaria de Madrid del pasado martes se hubieran producido conforme a lo pautado hubiéramos seguido en tinieblas a propósito de la situación en que se encuentra la Federación Socialista Madrileña (FSM), pero después ya no caben nuevos ocultamientos. Hay un deber inaplazable de sacar todo a la luz y hacer una limpieza definitiva de fondos. A la ciudadanía, a los votantes, a los militantes se les deben presentar excusas, gratificarles con dimisiones y ofrecerles explicaciones convincentes. Porque han sido sorprendidos en su buena fe, aunque no todos.

Mientras tanto, algunos sí sabían y pactaban y tragaban o recibían compensaciones personales o de grupo. Los compañeros de la corriente Renovadores por la Base, liderados por Balbás, estaban bien establecidos en el seno de la FSM. Habían llegado a ser decisivos en ocasiones clave. Se les conocía con el merecido sobrenombre de los fenicios por su acendrada costumbre de poner precio a sus votos y a sus actitudes.

Así fue, por ejemplo, cuando en las primarias de 1999 competían por encabezar la candidatura a la Alcaldía de Madrid Joaquín Leguina y Fernando Morán. Los balbases habían comprometido su apoyo al primero hasta que en el último momento volcaron sus papeletas a favor del segundo y le dieron el triunfo. Otro momento estelar en el que dieron una sonora campanada fue el del 35º Congreso del PSOE, en julio de 2000, cuando dejaron de apoyar al candidato con el que inicialmente se habían comprometido para entregar sus votos a José Luis Rodríguez Zapatero, que ganó a sus contrincantes por nueve votos de diferencia.

Cantábamos cuando entonces 'Dicen los americanos/ que Fidel es comunista/ y no dicen que Batista/ mató 20.000 cubanos'. Ahora no puede pasar lo mismo. Así que la teoría de Rafael Simancas de que 'hay una conspiración de poderes fácticos que ha boicoteado el Gobierno del PSOE e IU antes de las elecciones del 25-M' tiene que ir acompañada del canto de la palinodia.

Los poderes fácticos, por supuesto inmobiliarios, han contado con la inestimable colaboración de la pareja Tamayo y Sáez y por debajo y desde hace mucho tiempo de los fenicios, balbases y de los renovadores por la base y por la cúspide. De manera que el comportamiento de los dos indeseables debería haberse detectado porque la normalidad estadística de los comportamientos es base de cualquier estructura social.

Todos entregamos las llaves del vehículo en la puerta del restaurante al aparcacoches sin exigir contrato alguno porque ningún establecimiento mantiene incertidumbre alguna sobre la devolución al terminar el almuerzo o la cena.

Es decir, estos balbases, aportados por Francisco Fernández Ordóñez cuando la absorción del PAD, tienen que haber dados síntomas de anormalidad al cabo de tantos años. Para las gentes de a pie pueden haber sido una sorpresa, pero para los dirigentes tenían que ser de sobra conocidos. En resumen, que cuanto antes los balbases deben ser dados de baja, la Ejecutiva de la FSM debe ser destituida para formar una gestora y el secretario de Organización, José Blanco, ha de ser relevado, si la nueva dirección del PSOE encabezada por José Luis Rodríguez Zapatero quiere mantener las cotas de credibilidad. Otra cosa es que además se imponga aclarar cuáles son los estímulos que han influido sobre los comportamientos para exponerlos a la vergüenza pública.

Porque durante el fin de semana anterior algún altísimo cargo cesante de la Comunidad de Madrid declinó recibir condolencias por su cese y alertó al constructor que había acudido a manifestárselas que 'era mejor esperar y ver porque a lo mejor no procedía'. También hubo constancia de una cena el sábado en el Club 31 para celebrar anticipadamente lo que resultó en las votaciones del martes.

Es decir, que la operación era de diseño, sin margen a las improvisaciones por las que el público pensaba haber sido sorprendido. Continuará.

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