El US Open recupera los años dorados
La organización lleva el centenario torneo al distinguido Olympia Fields, un escenario que está más cerca del pasado que del futuro del golf
El próximo jueves se inicia un histórico US Open, la competición más antigua que se celebra en Estados Unidos, presente en el calendario desde el año 1895. Como ha sucedido en las últimas 17 ediciones no queda ni una sola entrada. 35.000 espectadores asistirán cada día a la competición que se juega en el área de Chicago.
Los organizadores, la United Golf Association (USGA), el organismo que conjuntamente con el Old and Ancient Golf Club de St. Andrews vela por el mantenimiento de la pureza de las reglas del golf en todo el mundo, ha llevado el torneo al Olympia Fields Country Club inaugurado en 1923, situado en las inmediaciones de la capital de Illinois, un escenario que está más cerca del pasado que del futuro del golf.
El recorrido (North Course), en el que Tiger Woods defenderá el título, es un par 70 de 6.574 metros de longitud diseñado por Willie Park Jr., quien como jugador ganó dos British Open, el de 1887 en Prestwick y el de 1989 en Musselburgh. Según él no hay otro campo más bello en todo el mundo: 'Es igual que el mejor que haya visto jamás', declaraba. Era la época dorada del club, los felices años veinte, que poseía una instalación golfística de 72 hoyos (cuatro recorridos) construidos en una finca de 273 hectáreas.
El recorrido presenta unas características difíciles para los dos únicos representantes españoles, José María Olazábal y Sergio García
A diferencia de lo que sucede hoy en el Augusta National Golf Club, el Olympia contaba con 200 jugadoras entre los 1.200 socios que ya formaban parte de la entidad pocos meses después de la apertura. Siempre mantuvo un toque de distinción. Su Casa Club, coronada por un reloj que se levanta en una torre de 26 metros, tenía salón de belleza, barbería, sastrería, lavandería, sala de masaje y 79 salas de reuniones, además de un departamento de bomberos voluntarios, oficina de correos y estación de tren que facilitará la llegada de los espectadores desde el centro de Chicago.
El hecho de que el torneo se juegue en este campo es un homenaje a la institución y una demostración del poder económico y organizativo de la USGA que se ha permitido cambiar algunas de las características del recorrido, alargándolo 320 metros, con búnkers más profundos. Una labor que comenzó Mark Hungram en 1997, tras la disputa del US Senior Open. Una transformación como la conseguida el año pasado en el recorrido del Bethpage Black, en Long Island (Nueva York), escenario de la primera competición del país.
El campo se defenderá bien, como sucedió en la edición anterior. Tiger Woods, que ganó el segundo US Open de su carrera, acabó tres golpes por debajo del par, seguido de Phil Mickelson, con uno. Ellos fueron los dos únicos golfistas capaces de vencer el complicado recorrido. Jeff Maggert, con dos golpes por encima, y Sergio García, con tres, ocuparon la tercera y la cuarta posición, respectivamente. Las estrechas calles, con una anchura media de 25 metros y el severo rough que las delimita, obligarán a los jugadores a afinar sus tiros desde el tee.
El Olympia Fields CC presenta unas características difíciles para los dos representantes españoles, Sergio García y José María Olazábal. Mientras el primero acumula la peor racha de su carrera profesional, con siete cortes fallados en los trece torneos que ha jugado, una estadística que empeora si se tiene en cuenta que en dos de los eventos que ha intervenido no había corte (Mercedes Championships y WGC Accenture Match Play), el segundo parece entonarse lentamente, aunque el driver es el palo más flojo de su bolsa, seguido de cerca por el putt.
Una vez más el favorito es Tiger Woods, que hace dos semanas voló desde Orlando a Chicago para prepararse en el escenario del torneo donde entrenó al lado de su amigo Michael Jordan. La última vez que el US Open visitó aquella zona, en 1990, cuando Hale Irwin se llevó un premio de 220.000 dólares. El cheque que aguarda al ganador, 23 años más tarde, asciende a 1.080.000 dólares... por culpa de la inflación.