La prioridad de Marruecos
Apunto de cumplirse el primer aniversario del incidente de la isla de Perejil, que culminó un largo periodo de desencuentros entre los Gobiernos de Madrid y Rabat, la visita a Madrid del primer ministro marroquí, Driss Jettu, representa un paso fundamental en la normalización de unas relaciones que constituyen una prioridad en la política exterior de ambos países y que en el caso de España suponen, además, una necesidad irrenunciable por razones de seguridad, sociales y de intereses económicos, extensivas al conjunto de la UE.
Marruecos es el primer socio comercial de España en África y el décimo cliente mundial, con intercambios cuya solidez no se ha visto debilitada ni en los momentos más duros del incidente del islote. Antes al contrario, a pesar de las tensiones diplomáticas, la exportaciones españolas al país magrebí crecieron el 12% en 2002, más del doble del conjunto de las ventas españolas en el exterior, y en el primer trimestre de este año el aumento se eleva al 20%.
En Marruecos están instaladas también cerca de 900 empresas españolas -esta misma semana el grupo franco-español Altadis se ha adjudicado el monopolio de tabaco- y el volumen de inversiones acumuladas en los últimos cinco años supera los 240 millones de euros, cifra que sitúa a nuestro país como segundo inversor extranjero, después de Francia. A la vez, en Rabat existe un enorme interés en la participación española en el ambicioso programa emprendido para industrializar todas las regiones del norte del territorio marroquí. Un programa que no sólo debe contribuir a reducir la desigualdad económica entre ambos vecinos del Mediterráneo, sino que puede ser un elemento fundamental para frenar la inmigración ilegal hacia Europa de magrebíes y subsaharianos, que constituye uno de los principales escollos en la relación bilateral.
Es en este punto donde las relaciones económicas entroncan con las políticas de seguridad, dado que son precisamente los altos niveles de pobreza y las desigualdades sociales los gérmenes que alimentan en Marruecos la emigración ilegal y los brotes de integrismo islámico. El reciente atentado en Casablanca es un claro ejemplo de la amenaza que la extensión del fenómeno integrista representa no sólo para los intereses españoles en el país norteafricano, sino para la propia seguridad interna de la Unión Europea.
Frente al fenómeno integrista, el Gobierno de Driss Jettu ha asumido un compromiso en favor de la modernización de Marruecos, con iniciativas contestadas desde los sectores más radicales, y que ahora, más que nunca, deben ser respaldadas por el apoyo de la comunidad internacional para evitar un cambio de prioridades que podría ser catastrófico para Occidente. Se trata, en definitiva, de elevar a nivel político la solidez de las relaciones empresariales. Esta visita de Jettu a Madrid y las anunciadas a Marruecos del rey Juan Carlos y del vicepresidente económico, Rodrigo Rato, son un escenario idóneo para lograr ese objetivo.