Voluntarismo en el G-8
Los líderes del G-8 se han hecho la foto para la galería y han inundado los medios de comunicación con frases voluntaristas en las que expresan una 'rara unanimidad' (en palabras de Jacques Chirac) sobre las perspectivas de recuperación económica. Sin embargo, los dignatarios ofrecen pocas pistas sobre en qué basan su optimismo. La economía europea permanece estancada y el canciller alemán, Gerhard Schröder, no ha dudado en saltarse el protocolo para pedir directamente al BCE que baje los tipos de interés este jueves (anotando, eso sí, que el organismo monetario goza de plena 'independencia' frente a los poderes políticos). Estados Unidos crece a un ritmo moderado para sus estándares y tiene ante sí amenazas latentes importantes en forma de déficit gigantescos y creciente aumento del desempleo. Japón lleva más de una década sin levantar cabeza y se queja amargamente de que el yen sigue subiendo a pesar de las reiteradas intervenciones del banco central ('en materia de divisas, los mercados no siempre aciertan', señaló un Junichiro Koizumi que no consigue entender la apuesta de los inversores por la moneda de un país que lleva una década en recesión). En cuanto a las grandes economías emergentes, invitadas por primera vez a la cita del G-8, no están en condiciones de tirar de la locomotora mundial. ¿Cuáles son, entonces, las 'condiciones para la recuperación' de las que habla el G-8?
Los líderes citan el fin de la guerra de Irak, el abaratamiento del petróleo y el repunte de las inversiones como elementos en los que cimentar la mejora de la economía global. Pero la inversión en capital fijo sigue sin repuntar en las mayores economías, EE UU incluido. La conclusión del conflicto iraquí no ha despejado, ni mucho menos, las incertidumbres en materia de seguridad (con el terrorismo internacional como principal amenaza). En cuanto a la bajada del precio del petróleo, sin duda servirá para reducir costes de producción y precios de carburantes. Pero llega en un momento en el que la palabra que más suena en los foros económicos es deflación.
Los dignatarios no dan recetas claras sobre cómo superar la crisis en un entorno de escaso margen presupuestario a ambos lados del Atlántico (en Europa debido al Pacto de Estabilidad) y escaso margen monetario en EE UU y Japón. Como mar de fondo, una acelerada depreciación del dólar que preocupa al resto de las potencias y de la que Bush elude toda responsabilidad ('compete a Greenspan').
Una vez más, el G-8 se conforma con enunciar lo obvio y pasar de puntillas sobre los temas más espinosos, como el atasco en las negociaciones para la ronda de liberalización comercial de Doha. Mientras Bush escenificaba su reconciliación con Chirac, el representante estadounidense de Comercio, Robert Zoellick, hablaba en Tailandia de construir una 'coalición de libre comercio' alternativa a Doha por 'si Francia veta' un acuerdo global. Todo un símbolo de los aires de cooperación que circulan por el grupo de los más grandes.