La monserga de las divisas fuertes

Conforme pasa el tiempo crece la confusión entorno al movimiento del dólar-euro, o al revés. Ya a las puertas del verano, la monserga de las monedas fuertes, como indicativo de gran músculo económico para los países de referencia, y si no que se lo pregunten a Brasil o Argentina, sube de tono. El lenguaje se hace más confuso y embrollado. La mayor parte de los participantes en el mercado consideran que, en efecto, el baile de las monedas es un fastidio.

A medida que el calendario adelgaza y los índices no acaban de estirarse lo necesario, surgen planteamientos que dejan boquiabiertos a los defensores de las monedas fuertes. Si un dólar fuerte es sinónimo, como se ha repetido hasta la saciedad, de un Wall Street poderoso, ¿por qué un euro fuerte, que es el caso actual, provoca tanto desasosiego, genera tantas dudas y hace ver fantasmas a muchos analistas?

La discusión de que no se trata de un euro fuerte, sino de un dólar débil es puro artificio, porque todo queda plasmado en los balances de las empresas que comercializan sus productos. Por eso, unas se quejan de que las cosas les van muy bien con un dólar a la baja y otras, lo contrario. Es decir, la rueda económica no se ha detenido en el mundo, aunque, eso sí, a diferentes velocidades en cada una de las principales áreas. Las Bolsas, por tanto, están obligadas a reaccionar y a proyectar nuevas estrategias, al alza o a la baja, pero nunca quedarse boquiabiertas, como pasmarotes ante el trasiego incesante de flujos desde el mercado del dólar hacia el euro.

Hasta hace unos días era normal escuchar lamentos empresariales sobre lo pernicioso que resulta el alza incontestable del dólar. En las últimas horas hay empresarios que se frotan las manos. Entre ellos, algún alemán, aunque parezca increíble, como el presidente de Deutsche Telekom, porque su empresa está endeuda en dólares. No todo está perdido.