A careta quitada
Ni los más pesimistas podían imaginar que llegaríamos a estos extremos con tanta celeridad. æpermil;ramos conscientes de que nos habían robado la paz, pero nadie intuía que en apenas semanas nos iban a robar también la palabra. Se han quitado la careta, la de demócratas bienintencionados tan sólo ensombrecidos por un par de ramalazos neoliberales. Y nos han enseñado el verdadero rostro, aquel de doberman furioso que alguien inspirado asoció a cierto ministro.
Muchos aún no hemos salido del asombro, de la desvergüenza que supone la adopción por la Junta Electoral Central de una decisión que margina sólo al votante de izquierda, acostumbrado a llevar emblemas, lemas y símbolos a todas horas donde el votante de derechas lleva logotipos de ropa de marca. Decididamente, iré a votar con las frases que me parezcan y colocadas donde me plazca. Y esperaré a ver si mi amiga Libertad puede votar o el presidente de mesa decide que gritar en voz alta su nombre es una incitación a votar propuestas izquierdosas, rojas... propuestas zapaterollamazares.
Pero como la política no es más que un fiel reflejo de la sociedad que gobierna, tendré que llevar también una camiseta de Tux, mi mascota preferida, y la de Linux, ese pingüino al que, como si de una preciada y peluda foca se tratara, algunos despiadados cazadores parecen dispuestos a exterminar.
Lo han repetido muchos expertos: hay que gritar 'no pasarán' bien alto para advertir a las autoridades europeas de los peligros de las patentes sobre programas. Y si alguien todavía no ha firmado contra las patentes en Europa, aún está a tiempo (proinnova.hispalinux.es). Porque si lo permitimos, la inseguridad y el miedo atenazarán a nuestro viejo continente como ya hacen en el nuevo. Michael Moore lo describe con claridad meridiana en Bowling for Columbine. El miedo es el arma del poder contra el progreso. El miedo a que le detengan a uno o le multen cuando vaya a votar, por llevar una pegatina. El miedo a usar Linux sin pagar una licencia a un tipo de sistema Unix (Caldera, antes SCO) que litiga para obligar a pagar un impuesto revolucionario a todo el que use Linux, considerando que está basado en su sistema. Y de pronto Microsoft paga la licencia de SCO para asustar al personal al tiempo que llena la caja de la empresa garantizando su futuro y su litigio.
La jugada es tan simple como maquiavélica. Ahora, quien quiera implementar una solución con Linux se preguntará ¿que pasará si SCO gana el juicio? Y Microsoft recordará insistentemente al respetable que sus productos Unix no tienen ese problema. Pero no pasará nada. Porque lo de poner puertas al campo no da resultado. Aunque mientras meta miedo será suficiente.
Ya hay quien ofrece un formulario para pedir a SCO que le demande (www.petitiononline.com/scosueme/petition.html), pero los valientes suelen ser pocos. La valentía sólo la otorga un poco de conocimiento y un mucho de compromiso, y no hay demasiado por el mundo.
Decir que los lobos comienzan a dirigirse a los corderos 'a careta quitada' puede resultar suficientemente explícito para que a buen entendedor no hagan falta más palabras. Pero me temo que los ciudadanos tendremos que actuar un día sí y otro también contra lobbies, multinacionales y poderes fácticos. Y tendremos que hacerlo 'a cara de perro', olvidándonos, como ellos, de actitudes políticamente correctas. Aunque la foto salga borrosa, convendría que comenzáramos a movernos.
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