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Lealtad, 1

El talonario de Bush, poco convincente

La alocución radiofónica semanal del presidente de EE UU suele estar capitalizada por la guerra, ya sea contra los talibán, contra Irak o contra el terrorismo en un sentido amplio. El sábado pasado Bush cambió de enemigo. Ahora el enemigo son los impuestos, el equilibrio presupuestario o como quiera entenderse. El presidente dedicó su discurso a subrayar la necesidad de sacar adelante su planeado recorte de impuestos.

El plan inicial ha quedado matizado en el Congreso. Así, en lugar de eliminar completamente la tributación sobre los dividendos, se reducirá al 15%. En el Senado se espera que el recorte de impuestos quede aún más diluido.

Tanto Bush como Snow, que el domingo fue entrevistado en tres televisiones distintas, se defienden argumentando que la reforma dejará dinero en los bolsillos de los estadounidenses y que se crearán empleos, 700.000 en siete años, lo que es bien poco para un país como Estados Unidos. Los economistas no lo tienen claro: 460 han firmado una carta en contra del plan (incluidos 10 premios Nobel) y 115 a favor. Cuatro a uno.

Lo que más escama a los opositores al plan, demócratas incluidos, es que no proporciona un estímulo a corto plazo, porque está centrado en la fiscalidad de los activos. Eso afecta a los grupos de renta alta, y no de forma inmediata.

Además, se teme que el déficit público aumente hasta 300.000 millones de dólares este año, y que EE UU supere el límite legal de deuda circulante. A ello hay que añadir que el déficit exterior va de máximo en máximo, igual que el endeudamiento familiar.

El efecto del plan en los mercados ha sido nulo. La problemática económica es demasiado grande como para solucionarse repartiendo talones a quien no los necesita. El plan desequilibra la economía sin un resultado claro, y eso importa más al mercado que le pongan o le quiten retención al dividendo.

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