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Tribuna
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La política económica, en campaña

Carlos Mulas-Granados sostiene que el Gobierno, debilitado por su postura sobre Irak, ha decidido recuperar la iniciativa en el terreno económico. Según el autor, la percepción sobre la economía tiene gran influencia en el voto

Las elecciones autonómicas y municipales se celebrarán el 25 de mayo, pero la política económica ha entrado en campaña justo con un mes de antelación. En la última semana de abril, el Gobierno de Aznar anunció 20 'medidas de profundización de las reformas económicas', a las que el secretario de Política Económica y Ocupación del PSOE, Jordi Sevilla, replicó en menos de 48 horas con una batería de 78 propuestas 'para la mejora de la competitividad de las empresas, el bienestar de las familias y el acceso a la vivienda'.

Las reformas gubernamentales aprobadas mediante real decreto giran en torno a cuatro ejes: impulso del empleo femenino mediante bonificaciones en la cotizaciones sociales de las empresas; apoyo a los trabajadores autónomos en situación de incapacidad temporal; fomento del acceso a la vivienda mediante un nuevo seguro hipotecario, algunas iniciativas de apoyo a la inversión empresarial, centradas en la aparición de una nueva cuenta ahorro-empresa.

A estas iniciativas el PSOE ha contrapuesto un bloque mucho más amplio, aunque con diferencias en su grado de concreción. Los socialistas han combinado propuestas económicas para luchar contra la inflación, para garantizar viviendas protegidas a los jóvenes, o para converger en la sociedad del conocimiento, con otras iniciativas sociales también innovadoras relativas al estatus de los trabajadores autónomos, la mejora del sistema de pensiones, el apoyo de las personas discapacitadas o un nuevo modelo de empresas socialmente responsables.

Dado que ambos bloques de iniciativas no son directamente comparables, las preguntas ante su aparición son: ¿Por qué la economía?, ¿cuál es la razón que ha llevado a PP y PSOE a abrir la campaña con reformas económicas? Hasta ahora, la principal lectura de este intercambio es que el PSOE ha respondido con agilidad a las propuestas económicas de un Gobierno sustancialmente debilitado por su posición en la guerra de Irak, pero que habría decidido recuperar la iniciativa en el terreno donde tiene una trayectoria más claramente reconocida por los ciudadanos. Sin embargo, las razones por las que ambos partidos han elegido comenzar la disputa electoral en el terreno económico son de mayor calado: tanto PP como PSOE perciben que el electorado comienza a ser pesimista sobre el futuro económico del país y quieren presentarle sus propuestas, convencidos de que las percepciones de los electores respecto de la economía tienen una gran influencia sobre el voto.

Además, ambos partidos aventuran que las generales de 2004 se dirimirán en ese terreno (sobre todo si Rato es el nuevo candidato) y el PSOE quiere demostrar que también tiene una alternativa real de Gobierno allí donde el PP se siente invulnerable.

Los datos que apoyan esta interpretación son contundentes. Si en marzo de 2000 el PP logró mayoría absoluta impulsado por una gran valoración de su gestión política (42%) y económica (54%), en el último barómetro del CIS, de marzo, estas opiniones han dado un vuelco espectacular. Sólo el 19,8% de los entrevistados consideraban la situación económica buena o muy buena, mientras que un escaso 11,5% pensaba eso de la situación política actual. El 60,1% de los encuestados señaló al paro como principal problema de España.

En perspectiva, son cifras muy reveladoras. Los datos de valoración política y económica no eran tan negativos para el Gobierno desde febrero de 1996, justo antes de que el PP derrotara al PSOE en aquellas generales, y están muy cerca de los datos que hicieron perder las municipales y autonómicas a los socialistas en 1995.

No obstante, si debería ser preocupante para el Gobierno que la mitad de la población perciba la situación económica actual como mala o regular, debería serlo mucho más que las perspectivas individuales para el año que viene sean espectacularmente pesimistas. Sólo el 10,2% de los encuestados opina que la situación económica mejorará en 2004, nivel que no era tan bajo desde noviembre de 1992, con la diferencia de que entonces el país estaba en recesión mientras que ahora aún crecemos en torno al 2%.

Todos estos datos no serían importantes si la economía no influyese en el voto. De hecho son abundantes los estudios que dicen que el voto económico no tiene mucha influencia en democracias consolidadas y con fuerte tradición partidista. Sin embargo, los mejores estudios sobre el voto económico para el caso español demuestran que aunque el componente ideológico es muy fuerte y la evaluación retrospectiva de la economía ha tenido una importancia cambiante, una valoración negativa de las perspectivas económicas de futuro ha estado sistemáticamente ligada a un descenso en la intención de voto durante todas las elecciones de la democracia.

Los mismos estudios afirman que en crisis económicas, los electores tienden a decidir su voto primero en clave ideológica, y luego buscan argumentos económicos para justificar su decisión.

Ala luz de esta evidencia, se puede afirmar que tanto los líderes del PP como los del PSOE se han apresurado a introducir la economía en la campaña para ofrecer argumentos en momentos de incertidumbre. Esto es, no la habrían comenzado por la economía con el propósito de vender a los electores su visión de los resultados económicos actuales, sino sobre todo con el de ganar el terreno de las propuestas futuras ante un clima de pesimismo generalizado. Por eso ambos partidos han hecho propuestas concretas de apoyo al empleo femenino, las pymes y los jóvenes, ya que se trata de grupos de población que suelen volver la espalda a los Gobiernos que no les solucionan sus problemas.

En definitiva, un análisis detenido de las circunstancias políticas que acompañan al cruce de medidas entre PP y PSOE invita a pensar que los dos partidos han lanzado la política económica a la campaña porque están convencidos de su relación directa con la intención de voto, y no quieren dejar resquicios para que nadie les tenga que recordar, como a Bush padre, aquello de que 'es la economía, estúpido', ahora que las municipales y autonómicas se han convertido en preludio de las generales.

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