El filón de las infraestructuras
Las infraestructuras copan las promesas y propuestas de los principales partidos ante los próximos comicios. No es nuevo, pero el fenómeno se acentúa elección tras elección y con especial resonancia en Madrid y Barcelona.
A lo largo de la legislatura que ahora culmina, el centro del debate político en ambas capitales ha girado en torno a esta materia. Es más, la ancestral polémica entre las dos ciudades ha revivido de forma virulenta, especialmente desde Cataluña.
La llegada del PP al poder en el Gobierno central y la apuesta de este partido por acometer grandes obras públicas en la Comunidad de Madrid, unido a la pérdida de influencia de Convergencia i Unió en el ejecutivo de Aznar, propiciaron el caldo de cultivo de esta polémica.
De forma paralela, la pujanza económica de Madrid, que ha crecido estos años más que Cataluña, hasta casi equipararse en peso económico relativo sobre el conjunto del país, ha sido un ingrediente adicional para disparar la polémica.
El referente de todo este debate es, en todo caso, la vertiginosa ampliación del Metro de Madrid. En 1995, Gallardón propuso la creación de 48 kilómetros de suburbano en una legislatura. Sumando los ocho años que ha estado en el poder, el balance final es impresionante: 114 kilómetros construidos, 72 estaciones y una inversión de 4.814 millones.
Pero el metro no es el único referente en materia de infraestructuras en Madrid. Gallardón ha puesto también el acento de su gestión en otro tipo de obras: autopistas de uso gratuito (la M-45 y la Autovía de los Pantanos), o la promoción del proyecto del Parque Temático de la Warner y su enlace ferroviario, y del complejo de nieve artificial Xanadú.
Todos estos proyectos coinciden con una clara apuesta del Gobierno central por las infraestructuras de Madrid. El más claro exponente es la ampliación del aeropuerto de Barajas, un proyecto de casi 3.000 millones que implica la construcción de tres pistas nuevas y dos nuevos terminales, así como la remodelación de todos los accesos.
De forma simultánea se han puesto en marcha varias líneas de alta velocidad con Madrid como epicentro, la de Barcelona, la de Valladolid y la de Málaga. La construcción de cuatro autopistas de peaje radiales y del tercer anillo de circunvalación, la M-50, completa el despliegue inversor en la capital.
El principal referente, en todo caso, es la ampliación del metro. El propio alcalde de Barcelona Joan Clos, invitado a Madrid por el presidente autonómico, llegó a decir que esta infraestructura era una de las cosas que más envidiaba de Madrid, generando un nuevo debate en la contienda de la ciudad condal. pasa a la página siguiente
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Y también entre los partidos que pugnan por el sillón que deja Gallardón.
La candidata del PP, Esperanza Aguirre, ha propuesto la construcción de otros 60 kilómetros de metro, mientras su rival, Simancas propone desarrollar la red de cercanías, construir metros ligeros y restringir el uso del coche en el centro de la ciudad.
En Barcelona, la febril actividad constructora de infraestructuras que protagoniza la capital española causa envidia y, sobre todo, una fuerte sensación de injusticia entre la ciudadanía que los diferentes grupos políticos quieren capitalizar en las elecciones municipales. 'A Barcelona todo llega tarde y mal', asegura uno de los candidatos a la alcaldía. El fracaso de la llegada del AVE a Lleida ha sido la imagen gráfica de un razonamiento que cada día comparten más catalanes.
Barcelona tiene peores carreteras que Madrid y las que ofrecen alguna calidad son autopistas de pago. De hecho, Madrid y la capital catalana no están conectadas todavía por autovía, ya que desde hace casi dos décadas el tramo entre Cervera e Igualada sigue pendiente por razones desconocidas. Claro que existe la autopista de pago entre Barcelona y Zaragoza, que conecta luego con la autovía a Madrid. Tampoco hay en Barcelona una red de carreteras radiales gratuitas como en Madrid.
En el área ferroviaria se produce uno de los mayores desequilibrios entre las dos áreas metropolitanas. Madrid dispone de un red de trenes de cercanías que, para la misma población, duplica su servicio. El motivo básico de la diferencia es que en Barcelona los trenes de cercanías y los de mercancías comparten la red ferroviaria, de forma que ni el transporte de viajeros ni el de carga pueden crecer. Desde hace años, tanto el alcalde Joan Clos como las autoridades portuarias han reclamado sin éxito la necesidad de construir una nueva red ferroviaria para los trenes de mercancías de forma que la red de cercanía se utilizaría en exclusiva para viajeros.
A la falta de un buen servicio de cercanías se une la inoperancia de las Administraciones local, autonómica y estatal para hacer crecer la red de metro de Barcelona. Mientras Madrid perforaba su subsuelo sin parar, la capital catalana se ha limitado a mantener lo que tenía y, como gran logro, diseñar una línea de tranvía. El enfrentamiento entre Ayuntamiento y Generalitat sólo se ha resuelto en los dos últimos años y ha permitido dos acuerdos históricos: iniciar la construcción de la línea 9 de metro y desbloquear el crecimiento de Fira de Barcelona, parado hace 10 años y que ha permitido el crecimiento de Ifema en Madrid.
Ampliación del aeropuerto
Junto al AVE, el otro agravio comparativo que perjudica la imagen del Gobierno central en Cataluña es la ampliación del aeropuerto de El Prat. AENA invertirá en Barcelona 1.800 millones para construir una tercera pista, frente a los 3.000 millones de Barajas.
Todos estas comparaciones son asumidas como agravios por la población catalana y por todo el arco político autonómico a excepción del PP. En su disputa por la alcaldía, tanto Clos como el nacionalista Xavier Trías no difieren en su objetivos, sino en el modo de lograrlos.
Trías confía en que CiU conserve la Generalitat y vuelva a ser decisiva a la hora de formar gobierno en las generales de 2004, de forma que él podría recuperar parte del equilibrio perdido. Por el contrario, Clos da por seguro que Pasqual Maragall presidirá la Generalitat, lo que permitirá desbloquear muchos problemas enquistados entre las dos Administraciones.