Desde Irak a Chamartín
Recomiendan los del PP después de su convención electoral volver a los programas municipales y autonómicos en lugar de seguir enredados en asuntos internacionales del calibre de la guerra de Irak. Piensan que esa oposición de pancarta está en pelota y que sólo el PP es capaz de presentar propuestas para la gestión de los asuntos que afectan al ciudadano de a pie. Por eso conviene hacer un paréntesis y regresar de esa misión mesiánica que Aznar se atribuye en la escena mundial y regresar desde Bagdad, donde tan arduas y prósperas tareas de reconstrucción nos tienen reservadas los amigos del Pentágono, a otros asuntos más cercanos pero también suculentos como el de la operación Chamartín.
Decíamos ayer, es decir el 6 de marzo pasado en vísperas de las vacaciones de Pascua, que Chamartín echaba humo y que dentro del desastre urbanístico a que daría lugar tal vez pudiera ofrecer beneficios colaterales para Renfe capaces de saldar su deuda histórica acumulada siempre que se evitara ceder esas ganancias a la empresa adjudicataria DUCH (Desarrollos Urbanísticos de Chamartín). Para ilustrar esa afirmación conviene tomar como hilo conductor el debate sobre los precios de la vivienda en España y considerar las diferentes alternativas disponibles para rentabilizar el patrimonio inmobiliario público que aflora al dejar de ser necesario para los fines a los que fue originariamente adscrito.
Hay dos escuelas de pensamiento para la optimización económica. La primera aboga por la subasta pública como procedimiento para obtener el máximo rendimiento a valores de mercado. La segunda se inclina por utilizar el suelo liberado al servicio de políticas sociales dedicándolo a fines rotacionales como parques y jardines, zonas verdes o construcción de viviendas sociales sometidas a alguno de los regímenes de protección pública.
El Ministerio de Defensa se ha apuntado al primer sistema, a través de la Gerencia de Infraestructuras y Equipamiento de la Defensa, y también han tomado esa deriva la Renfe, Aena y el Organismo Autónomo de Puertos del Estado por citar algunos ejemplos notorios.
Los partidos políticos de la oposición, mientras se encuentras fuera del poder sostienen por el contrario que cualquier desafección del patrimonio público debe redundar a favor de las políticas sociales propugnadas por la segunda escuela mencionada.
Pero el caso de la operación Chamartín se inscribe en una insólita tercera opción que consiste en optimizar el valor económico del suelo, con lo que implica de añadir incrementos al precio ya desbocado de la vivienda, y entregar los beneficios obtenidos en el mercado a DUCH, la sociedad mercantil adjudicataria.
En efecto, dicen los expertos con el suplemento Propiedades correspondiente al diario El País del 17 de abril pasado a la vista que el precio del metro cuadrado construido en los aledaños de la operación Chamartín superan el millón de pesetas y que de la planificación fijada resultarán dos millones de metros cuadrados edificables sobre otros tantos metros de terrenos públicos entregados 'en aportación' a la empresa DUCH.
Basta tener en cuenta que en Madrid lo habitual en el mercado es que el propietario del terreno se quede con el 60% del valor del producto inmobiliario construido para deducir que Renfe debería percibir de DUCH un billón doscientos mil millones de pesetas de las de antes del euro.
Llegados aquí conviene recordar que en la columna publicada en estas mismas páginas de Cinco Días el 6 de marzo pasado dejábamos constancia de que, según las actuales previsiones Renfe sólo va a obtener 35.000 millones en obra pública y un canon variable sobre el aprovechamiento lucrativo que ha quedado fuera de todo control independiente. Entonces, ¿dónde queda el billón ciento setenta y cinco mil millones de pesetas de diferencia?
Entre tanto los tribunales se pronuncian contra las decisiones urbanísticas, las Administraciones públicas gobernadas por el Partido Popular recurren, los reversionistas braman y empieza la recluta de funcionarios para incorporarse a las tareas de la reconstrucción de Irak siempre que sepan inglés.
Pero, sin moverse de aquí, del inminente Chamartín, otros parecen saber latín. Nada de chiítas ni de kurdos ni de bagdadíes, las reconstrucciones más provechosas y sin riesgo alguno parecen estar a la puerta de casa.