Unidad ante la crisis
La Unión Europea aprovechó la ceremonia de la mayor ampliación de su historia para lanzar un mensaje de unidad económica y política. Los jefes de Estado y de Gobierno se comprometieron ayer en la Acrópolis de Atenas, símbolo de la democracia que sirve de cimiento a la civilización occidental, a promover la paz y la estabilidad mundial y a reforzar el papel de Naciones Unidas, seriamente damnificada por las disensiones en torno a la guerra en Irak.
Los líderes europeos intentan escenificar una especie de borrón y cuenta nueva, tras las serias disensiones del pasado reciente. Una brecha que se ha dejado notar no sólo en lo referente a la crisis iraquí, sino también en el intenso debate sobre la flexibilización de los criterios del Pacto de Estabilidad.
El llamamiento a la unidad se produce en un momento clave para la Unión, que afronta importantes retos ligados a la ampliación al Este. La llegada de los 10 nuevos socios eleva el listón para la ya complicada reforma institucional de la UE. Una tarea urgente si no queremos que la Unión resulte ingobernable por la multiplicidad de voces en materia económica, política y de seguridad. Una vez más será preciso ceder soberanía a cambio de conseguir mayor eficacia, un asunto que ni los Estados más pequeños, ni mucho menos los más grandes, están dispuestos a conceder fácilmente.
Los líderes europeos han retomado, además, el discurso a favor de una unidad de voz en materia política de cara al exterior de la UE. La primacía militar y política de Estados Unidos ha salido reforzada tras la guerra de Irak precisamente por las disensiones en el seno de la vieja Europa. Y los defensores de una Europa federal seguramente retomarán su ofensiva para intentar avanzar en el proyecto de unidad política de cara al exterior.
En materia económica, la supremacía de EE UU también ha vuelto a quedar en evidencia. Una vez más, la economía norteamericana demuestra que es más dinámica y sale de la crisis con mayor celeridad que las europeas. La llegada de los nuevos socios trae consigo nuevas oportunidades de negocio para las empresas más competitivas de la UE, pero también trae consigo el peligro de fuga de inversiones hacia el Este. Además, debería servir de acicate para que Europa acelere las siempre relegadas reformas estructurales en mercados como la energía y las telecomunicaciones.
En cuanto a los nuevos socios, que lo serán de pleno derecho a partir de mayo de 2004, tienen la oportunidad de recuperar la preponderancia económica de la que gozaban antes de la Segunda Guerra Mundial. Llegan a la Unión Europea con un nivel de renta muy por debajo de la media comunitaria. Superar ese listón es un reto que están dispuestos a conseguir, igual que lo logró España. La solución es no caminar solos. Ojalá sepamos hacerlo.